Los soldados del Ejército de los Andes

Materiales para trabajar, a partir de textos e imágenes, sobre los soldados que acompañaron a San Martín en el Cruce de los Andes y la campaña libertadora.

Creado: 27 agosto, 2024 | Actualizado: 19 de septiembre, 2024

Índice

  1. Las Guerras de Independencia y el Ejército de los Andes
  2. La conformación del Ejército de los Andes
  3. Entrenar para ser soldado: los días en el Campamento del Plumerillo
  4. La vestimenta 
  5. Juegos, música y bailes
  6. El Cruce de los Andes
  7. Representaciones de San Martín y los soldados de su ejército

Las orientaciones docentes que acompañan a estos materiales están disponibles en Los soldados del Ejército de los Andes.

1. Las Guerras de Independencia y el Ejército de los Andes

Las Guerras de Independencia

A principios de 1800, hace más de 200 años, Buenos Aires era la capital del Virreinato del Río de la Plata. Este y otros virreinatos eran parte del Imperio español organizado a partir de la invasión y la conquista de los territorios americanos. En mayo de 1810 comenzó en Buenos Aires una revolución que, luego de muchos años de guerra, puso fin al dominio español en América: la Revolución de Mayo. 

Toda la sociedad del Río de la Plata participó en la guerra de alguna manera. Las personas más ricas contribuyeron con dinero o bienes –como armas, joyas o ganado– y otras con su trabajo –como la confección de uniformes–. Además, gran parte de los varones de todos los grupos sociales se integraron a los ejércitos y participaron en las campañas militares.  

El Ejército de los Andes

Uno de los episodios más importantes de las guerras de independencia fue el Cruce de los Andes, conducido por el General José de San Martín como parte de su plan continental para lograr la independencia de Chile y del Alto Perú, donde se concentraba el poder español en América del Sur. 

Cuando se recuerdan estos hechos se suele pensar en San Martín pero no tanto en los soldados del Ejército de los Andes, más de 5.000 hombres que cruzaron la cordillera junto con él y combatieron bajo sus órdenes. Lo mismo ocurre con otros sucesos históricos. Esto es así porque por mucho tiempo se pensó que la historia la hacían solo los “grandes hombres”, los “héroes”. Los libros de historia, las pinturas, los manuales escolares, las películas sobre las guerras de la independencia se centraban en los jefes de los ejércitos. Poco se sabía entonces acerca de los soldados, toda una generación que sacrificó su vida en la guerra. 

Las cosas cambiaron: diferentes especialistas investigaron la vida de los soldados y hoy podemos saber quiénes fueron y cómo pasaron sus días en el ejército durante las guerras de independencia. 

2. La conformación del Ejército de los Andes

¿Cómo se formó el Ejército de los Andes?

Para llevar a cabo su plan continental, San Martín debió organizar un ejército. Lo primero fue reclutar a los miles de hombres que lo formaron. Al menos un varón de la mayoría de las familias rioplatenses se integró a los ejércitos que lucharon en las guerras de independencia. Sin embargo, no todos participaron del mismo modo. Los hijos de las familias ricas sirvieron como oficiales. En cambio, la tropa estuvo compuesta casi en su totalidad por varones de los sectores populares: personas esclavizadas, trabajadores del campo y de la ciudad, indios y mestizos.

Muchos hombres se alistaron voluntariamente, por patriotismo o porque formar parte del ejército era una oportunidad para mejorar su posición en la sociedad. Los soldados aceptaron someterse a los esfuerzos y los riesgos de la guerra a cambio de comida, vestimenta y un sueldo. Aunque muchas veces el Estado no les pagaba por la falta de fondos, el número de voluntarios fue importante. Sin embargo, no suficiente para formar los ejércitos. 

Las autoridades decidieron, entonces, reclutar de manera forzada a aquellas personas que consideraban perjudiciales para la sociedad como los delincuentes o los que llamaban “vagos” quienes, en general, eran simplemente pobres. Aunque la población se oponía al reclutamiento forzoso, esto les permitió incorporar a muchos hombres.

Por último, miles de varones esclavizados fueron comprados por el Estado a sus dueños o confiscados para participar en las campañas militares. Como el gobierno estableció que después de pasar cinco años en el ejército podían obtener su libertad, los esclavos tuvieron un muy buen motivo para arriesgar su vida en la guerra. Fueron incorporados al regimiento de pardos y morenos, un regimiento especial bajo la conducción de un jefe blanco. Los pardos y morenos, en general, fueron considerados muy buenos soldados por su talla corporal y su resistencia física, ya que estaban acostumbrados a realizar trabajos pesados. Además, los esclavos sabían obedecer: las normas del ejército eran muy parecidas a las que regían su vida cotidiana al mando de sus amos.

Para ricos y pobres, formar parte del ejército suponía afrontar la separación de la familia, el hambre, las inclemencias del tiempo, la dura experiencia del combate y el riesgo de perder la vida.

A continuación se presenta La revista de Rancagua, un óleo realizado por Juan Manuel Blanes en 1872 (más de 50 años después del Cruce de los Andes). El artista pintó la escena a partir del relato de un coronel que estuvo presente ese día, en 1820, en la ciudad chilena de Rancagua. San Martín, acompañado por sus oficiales y el cuerpo de cazadores, pasa revista (supervisa) a su ejército y saluda a sus soldados, mientras los pobladores arrojan flores a los libertadores. 

La Revista de Rancagua, Juan Manuel Blanes, 1872 (fragmento). Museo Histórico Nacional, Ciudad de Buenos Aires.

En primer plano, a la derecha, el Regimiento de Infantería N° 8 de “pardos y morenos”. Los negros fueron casi la mitad del Ejército de los Andes y San Martín los valoraba especialmente. En una carta a Tomás Godoy Cruz, escribió: “No hay remedio, mi buen amigo, sólo nos puede salvar el poner a todo esclavo sobre las armas (…) Ya he procurado conocer a nuestros soldados y sólo los negros son los verdaderamente útiles para la infantería.” Sin embargo, la pintura de Blanes es la única obra histórica que los incluye.

  • ¿Por qué piensan que la obra de Blanes es la única que incluye a los soldados negros del Ejército de los Andes?

En los últimos tiempos, las historiadoras y los historiadores estudiaron la participación de los sectores populares en las guerras de independencia –y en muchos otros hechos históricos–. Sus investigaciones mostraron que los hombres esclavizados no solo fueron un grupo muy numeroso del ejército de San Martín sino que además se destacaron como soldados.

Numerosas representaciones recientes de estos sucesos los muestran como protagonistas de las guerras de independencia. Por ejemplo, la película Revolución: el cruce de los Andes, realizada por Leandro Ipiña en 2010, al cumplirse 200 años de la Revolución de Mayo (Televisión pública, Canal Encuentro e INCAA).

Las siguientes imágenes de la película muestran el protagonismo de los soldados del regimiento de pardos y morenos en el Ejército de los Andes.

Detrás de San Martín se puede ver parte del Regimiento N° 8 formado, con sus uniformes y banderas. Los soldados del regimiento de pardos y morenos marchan y combaten a pie. Detrás de ellos se ven soldados del regimiento de granaderos montados a caballo.

Los soldados y sargentos del regimiento de pardos y morenos protagonizan escenas de la formación del ejército, el cruce de la cordillera, los combates, los momentos de descanso y celebración al ganar una batalla a lo largo de toda la película.

En el centro de la escena, con sus uniformes de chaqueta colorada y pantalón blanco, el Regimiento de Infantería N° 8 de pardos y morenos –formado ante el General San Martín en el momento previo a la batalla de Chacabuco– representa una parte muy importante del Ejército de los Andes. 

Entre 1816 y 1823, los negros y mulatos libraron batallas en los actuales países de Chile, Perú y Ecuador como parte del ejército de San Martín. Al terminar la guerra, a miles de kilómetros de sus hogares y varios años después de haber cruzado los Andes por primera vez, solo permanecían con vida unos cientos de los más de 2.000 soldados que integraron el Regimiento N° 8. Algunos pocos volvieron a Buenos Aires y comenzaron a vivir como hombres libres. 

3. Entrenar para ser soldado: los días en el Campamento del Plumerillo

Entrenar para ser soldado

Para organizar el Ejército de los Andes, San Martín –un militar de carrera formado en Europa– estableció un campamento en El Plumerillo, un poblado cercano a la ciudad de Mendoza. Allí se propuso reunir todos los recursos necesarios para cruzar la cordillera y librar las batallas de su plan continental (obtener o producir armas, pólvora y municiones; alimento, abrigo y vestimenta para sus hombres; animales para el cruce, la guerra y el traslado de provisiones; suministros para el hospital de campaña; etc.). Pero sobre todo se dedicó al entrenamiento de los soldados: como la mayoría no tenía formación militar debieron aprender a ser parte de un ejército, a usar las armas y a combatir bajo las órdenes de un superior. 

¿Cómo eran los días en el Campamento del Plumerillo? 

Muy temprano, un cañonazo anunciaba la salida del sol y había que despertarse. Sin desayunar, los soldados debían formarse y los sargentos pasaban lista para verificar que no faltase nadie ya que las fugas eran frecuentes. Para evitar el calor del verano, realizaban ejercicios colectivos de 5 a 7 de la mañana. Los soldados aprendían cómo pararse, voltear la cabeza de derecha a izquierda, dar un paso al frente, girar a un lado y al otro, llevar un arma, cargarla y disparar. Practicaban por grupos y luego con el batallón completo hasta marchar, formar filas, cambiar de dirección y disparar de manera sincronizada. Según las tácticas de combate de la época, la perfecta coordinación de las acciones de cada soldado con las del resto era la clave del éxito militar. 

Luego se servía la primera comida, seguida de unas horas de descanso. Después de la siesta debían limpiar el armamento. Los ejercicios recomenzaban y continuaban hasta las 6 de la tarde. En un día normal (de lunes a sábado) los soldados pasaban, en total, unas cinco horas ejercitándose. 

Por la noche, los soldados se reunían a cenar agrupados en distintas compañías. La comida era a base de maíz, porotos y tasajo (carne seca y conservada con sal). Tres veces a la semana carneaban una vaca y la asaban. Los soldados comían alrededor del fogón con las manos y solo se ayudaban con un cuchillo. Al fin del día, alrededor de las 10 de la noche, los sargentos pasaban nuevamente lista y, tras el toque de silencio, los soldados se iban a descansar. Los integrantes de un mismo regimiento dormían en grandes barracas de adobe, piso de tierra y techo de paja, con pocas comodidades.

Los sábados se destinaban a lavar y remendar las prendas del uniforme que debían durar muchos meses. Los domingos, la tropa asistía a misa y luego descansaba.

Los soldados también se encargaban del mantenimiento y la limpieza del lugar. Las familias de algunos de ellos eran admitidas en el campamento pero vivían en un lugar separado. Solo algunas pocas veces, las mujeres acompañaban a sus maridos y se integraban a la vida militar.

El Ejército de los Andes saliendo del campamento El Plumerillo, de José Bouchet (1901). Boceto al óleo y dos tintas sobre tela.
La obra fue realizada por el artista unos 80 años después de que San Martín se estableciera allí con sus soldados. Representa la salida del campamento para el Cruce de los Andes. En el fondo de la imagen, a la izquierda, una columna comienza a subir por la montaña. En el centro de la escena, San Martín y sus oficiales montados a caballo parecen supervisar la salida. En primer plano, a la izquierda, un grupo de soldados carga las ruedas de los cañones sobre las mulas. Las albardas colocadas a cada lado de los animales protegen sus cuerpos de la carga. Los soldados visten su uniforme y, sobre las espaldas, llevan una mochila con sus pertenencias, una manta enrollada y un cacharro para comer. Llevan consigo todo lo necesario para la larga travesía. También portan sus armas. A la derecha se ven otros soldados, dispersos entre las tiendas de campaña. En primer plano, a la derecha, se observa un fogón y, detrás de él, una mujer y un hombre sin vestimenta militar. Pueden ser familiares o vecinos que colaboran con el ejército en el campamento.

El Campamento del Plumerillo en la actualidad

El campamento fue reconstruido en base a documentos de la época y declarado lugar histórico en 1941 por la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos.

En el campo Histórico donde funcionó el campamento hay algunos objetos originales utilizados en el cruce, como cañones, balas de cañón y otras armas. Además se hicieron reconstrucciones del despacho de San Martín, las barracas de los soldados, los elementos de su vida cotidiana y sus vestimentas. Hay croquis del itinerario del Cruce de los Andes y monumentos que homenajean a sus protagonistas.

 Entrada al Campo histórico El Plumerillo. Los cañones son piezas originales del Ejército de los Andes.

Barraca de adobe, piso de tierra y techo de paja donde dormían los soldados (reconstrucción).

Recreación de los elementos del ejército para su alimentación: tasajo colgado, bolsas y barril con alimentos, fogón, estufa, botellas.

Recreación del sector para dormir sobre el suelo, cueros de oveja para abrigarse en las noches que son frías en las cercanías de la cordillera.

4. La vestimenta

La vestimenta de los soldados servía como abrigo y también cumplía otra función muy importante: identificar a qué regimiento pertenecía cada quien. Los colores indicaban el regimiento, las insignias expresaban su grado y los escudos mencionaban las batallas importantes en las que habían participado. Los cazadores usaban uniforme verde;los granaderos, azul; los pardos y morenos vestían chaqueta roja y pantalón blanco. Otras personas que participaron en el cruce de la cordillera no usaban uniforme sino su propia vestimenta, como los baqueanos o los sacerdotes. 

En esta reconstrucción de las vestimentas de diferentes protagonistas del Cruce de los Andes realizada en el Campo Histórico El Plumerillo se puede ver, de izquierda a derecha, los uniformes de los cazadores, los granaderos y de los pardos y morenos. Finalmente, la vestimenta de los baqueanos, quienes por su conocimiento del terreno guiaron al ejército en los pasos por los que atravesaron la cordillera.

El vestuario básico y equipamiento de los soldados incluía:

  • para la parte superior: dos camisas, dos chalecos, dos corbatines, casaca de paño, chaqueta, capote, una gorra de cuartel (de paño), una gorra de parada (con visera y escudo); 
  • para la parte inferior: dos pantalones, dos pares de medias, dos pares de zapatos y un par de botas fuertes para la caballería;
  • además: una mochila de lona, una manta, un cacharro y una pava. 

Los soldados debían llevar todas sus pertenencias consigo, incluso durante las batallas, porque no tenían dónde dejarlas (también sus papeles y sus ahorros). La vestimenta debía durar aproximadamente un año. Por eso, al regresar de las campañas, muchos soldados tenían sus uniformes hechos harapos, aunque llevaban algunas prendas de recambio.

En una sociedad muy empobrecida por la guerra, donde los sectores populares tenían pocas y pobres prendas de vestir, la posibilidad de usar un uniforme era muy valorada. Era motivo de orgullo para quienes lo usaban y de reconocimiento y respeto por parte de la población. 

Si miran con detenimiento las diferentes imágenes incluidas en este material, podrán identificar a qué regimiento pertenecen los soldados representados en cada una de ellas. 

En los fragmentos de diferentes pinturas que se presentan a continuación podrán observar las mochilas de los granaderos con su cacharro (en las dos primeras) y de los soldados del regimiento de pardos y morenos (en la última). En el primer caso, los soldados cargan la mochila durante una batalla. Podrán ver también otros detalles de las vestimentas (botas, gorras, pantalones y chaquetas) y de las armas.

Batalla de San Lorenzo, Pedro Blanqué (1912) (fragmento). Museo Histórico Provincial, Dr. Julio Marc, Rosario.

El Ejército de los Andes saliendo del campamento El Plumerillo, José Bouchet (1901) (fragmento). Museo Histórico Nacional, Ciudad de Buenos Aires.

La Revista de Rancagua, Juan Manuel Blanes, 1872 (fragmento). Museo Histórico Nacional, Ciudad de Buenos Aires.

5. Juegos, músicas y bailes

Los integrantes del ejército no solo se preparaban para el cruce y entrenaban para las batallas que tendrían que pelear, también tenían momentos de diversión y esparcimiento. Lo que más hacían era jugar a las cartas y a la taba, pero también organizaban carreras de caballo. Casi todo el tiempo libre en el campamento, dice el investigador Alejandro Rabinovich1, se pasaba con las cartas en la mano.

Los juegos de azar estaban prohibidos en el ejército porque quienes participaban hacían apuestas, se endeudaban y solían perder todo su dinero, cuando lo tenían, o sus pertenencias, entre ellas, prendas del uniforme. A menudo, estas situaciones terminaban en peleas, como lo muestran muchos de los sumarios militares de los ejércitos. Quienes violaban esta prohibición eran castigados con varios meses de calabozo.

En esta sociedad las diferencias sociales eran muy marcadas y esas diferencias existían también en el ejército. Sin embargo, había algunas actividades –como los juegos– en las que soldados y oficiales participaban juntos.

Los bailes eran un entretenimiento primordial en las ciudades y los pueblos, también en el ejército. Cada tanto, los jefes organizaban bailes cuarteleros en los que participaban los miembros del ejército y la población cercana al lugar de acampe. Otras veces sucedía al revés: los integrantes del ejército asistían a los bailes que se celebraban fuera del cuartel. Los oficiales frecuentaban las tertulias organizadas por la “gente decente” del lugar –donde conversaban, escuchaban música y bailaban– mientras que los soldados asistían a los bailes populares que eran muy concurridos y animados. Llevaban los tambores y trompetas del cuartel y los tocaban. Generalmente, los negros sabían tocar instrumentos porque era una costumbre de las familias de la élite enseñar música a sus esclavos para que animasen sus reuniones con los ritmos de moda. Hasta altas horas de la noche y, a veces, hasta la madrugada se bailaban cuecas, cielitos, pericones, gatos o media cañas, según los lugares de los que provenían los soldados. Los bailes y tertulias eran los momentos de contacto principal entre los miembros de los ejércitos y la población civil. Era frecuente que se formaran parejas. 

Las guitarreadas alrededor del fogón eran otra de las diversiones preferidas de los soldados. Era habitual que compusieran coplas que, a veces, se hacían muy populares y eran cantadas por toda la tropa. En sus versos, los soldados contaban aventuras, alegrías y pesares de sus días en el ejército y en los campos de batalla. En ocasiones, las letras se burlaban de algún oficial, de los gobernantes o del enemigo. Algunas de esas composiciones de los soldados llegaron hasta nuestros días.

El fogón

El fogón era un lugar de encuentro alrededor del cual se comía y se bebía. También se jugaba y, si no se estaba cerca del enemigo, se cantaba y tocaba la guitarra. 

El célebre Paso de los Andes realizado por el General San Martín al frente del Ejército Libertador Argentino en 1817, Alphonse Durand (1861) (fragmento).

En este fogón realizado durante el cruce, un grupo de soldados abrigados por sus ponchos calienta sus manos en el fuego mientras asan un trozo de carne. Uno de ellos, que está de pie, parece sostener un mate. Otros descansan cerca de las llamas, muy abrigados. Todo está cubierto de nieve y se acerca la noche, cuando la temperatura baja bruscamente en la montaña. 

A la izquierda del fogón, un hombre sostiene a otro que está recostado, seguramente afectado por la altura. Un granadero le acerca un poncho. Cerca del fuego se observan dos instrumentos: una trompeta asoma tras el poncho de un soldado ubicado a la derecha, otro soldado a la izquierda sostiene un tambor. Tal vez se preparen para tocar, tal vez estén acomodando sus cosas en este alto en la marcha. 

La pintura de Durand fue recreada por Antonio Berni en 1939 para la ilustración de un libro sobre la historia de San Martín (ver a continuación). A la izquierda, en primer plano, la escena del fogón.

El paso de los Andes, Antonio Berni. Publicado en Julio Rinaldini (1939) Historia del General San Martín. Editorial Sudamericana.

6. El cruce de los Andes

El Cruce de los Andes

A comienzos de 1817, todo estaba preparado para el Cruce de los Andes. Largas columnas del ejército comenzaron el ascenso en el mes de enero por seis pasos diferentes para distraer al enemigo. Cada columna contaba con un pelotón de avanzada cuya misión era descubrir posibles emboscadas. Otro pelotón iba a la retaguardia sobre todo para evitar que los soldados se fugaran. 

El ejército estaba formado por 4000 hombres de combate y otros 1200 encargados de trasladar el armamento y los alimentos, unos 5200 en total. Debían llevar con ellos los alimentos necesarios para todo el trayecto porque no había forma de conseguirlos durante la travesía. En la alta montaña, los soldados comían una carne salada y secada al sol, llamada charqui, que mezclaban con harina de maíz y agua caliente; una ración de queso y galletas. Para soportar el frío y evitar el apunamiento los soldados bebían vino y comían cebollas y ajos crudos. El ejército también llevó agua para beber porque, en algunos tramos, las vertientes podían quedar ubicadas en lugares inaccesibles.

Acampaban a cielo descubierto y sin carpas en lugares que parecían seguros, muchas veces bajo la lluvia o la nieve, los fuertes vientos de la cordillera y las muy bajas temperaturas de la noche. Se arropaban con el uniforme y una manta. Aunque les hubiera ayudado a combatir el frío, evitaban prender fuego para no ser descubiertos por el enemigo. Dormir bien era un lujo ya que, además de las inclemencias del clima, el sueño era interrumpido para hacer guardia y patrullar. El agotamiento extremo era muy frecuente entre los soldados. 

San Martín calculaba que muchos caerían enfermos durante el cruce por el excesivo cansancio, la mala alimentación o la dificultad para adaptarse al clima. Por eso organizó un hospital de campaña con capacidad para 200 personas. Los enfermos y heridos iban recostados en camillas. El mismo San Martín se enfermó en diferentes oportunidades y fue trasladado de esa manera. 

San Martín es transportado a Cauquenes por una compañía de 60 granaderos. Fidel Roig Matons (sin fecha).

El ejército tardó entre 20 y 30 días en atravesar los Andes. Muchos hombres murieron en el cruce o durante las primeras batallas, otros siguieron la marcha del ejército hacia el Perú y completaron la campaña. Solo un puñado de soldados sobrevivientes regresó al Río de la Plata. Por las dificultades económicas no hubo premios ni pensiones.

En “El paso de los Andes”, Franz Van Riel representó una escena del cruce de la cordillera. 

El paso de los Andes, Franz Van Riel (1848). Óleo sobre tela, Museo del Regimiento de Granaderos a caballo, Ciudad de Buenos Aires.

En el centro de la imagen, San Martín observa el paso de la columna montado en lo que podría ser tanto un caballo como una mula, un animal mejor adaptado a la alta montaña, abrigado por un poncho. 

Tres baqueanos se distinguen de la tropa por su vestimenta –poncho rojo o marrón y sombrero de ala–. Dos a la izquierda, uno sentado y otro de pie a ambos lados de un soldado; otro a la derecha, a lomo de mula, avanza junto a la tropa de soldados. Los baqueanos conocían los pasos entre los montes y guiaban al ejército: indicaban el camino, buscaban fuentes de agua y posibles huellas de los enemigos. 

Los soldados de la columna que avanza –a la derecha de la imagen– pertenecen al regimiento de granaderos, tal como lo indican sus uniformes azules. Uno de ellos lleva la bandera del Ejército de los Andes. Otro, a la izquierda de la obra, lleva un tambor para marcar el ritmo de la marcha. 

En la profundidad de la escena, una larga columna de mulas cargueras avanza por el terreno escarpado y por pasos muy estrechos. De las casi 10.000 mulas que iniciaron el cruce solo llegó a Chile la mitad. Otro tanto murió en el camino. 

Durante los preparativos del cruce, San Martín expresó: 

Lo que no me deja dormir es, no la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes”.  

(Carta a Tomás Guido, 14 de junio de 1816)

  • A partir de las imágenes y los textos que leyeron, ¿qué razones encuentran para justificar esta preocupación de San Martín?

7. Representaciones de San Martín y los soldados del Ejército de los Andes

En muchas pinturas San Martín aparece montado en un caballo blanco, como en las dos que figuran a continuación: San Martín en los Andes, del pintor francés Georges Bertin Scott, y Batalla de Chacabuco, del chileno Pedro Subercaseaux, que representa el primer combate del Ejército de los Andes tras cruzar la cordillera. 

Según las y los especialistas del Museo Histórico Nacional, el caballo blanco es un símbolo usado por los artistas para representar a los héroes y destacar su lugar en la escena. Sin embargo, no era usual que los jefes militares montaran caballos blancos porque resultaban muy visibles y fáciles de identificar para el enemigo y, por lo tanto, los podían atacar más fácilmente. Por otra parte, hay datos que indican que San Martín cruzó los Andes en mula, un animal mejor adaptado a la montaña.

San Martín en los Andes, Georges Bertin Scott (1909). Instituto Nacional Sanmartiniano, Ciudad de Buenos Aires. 

Batalla de Chacabuco, Pedro Subercaseaux (1908). Museo Histórico Nacional, Ciudad de Buenos Aires. 


1 Rabinovich, A. (2013). Ser soldado en las Guerras de Independencia. La experiencia cotidiana de la tropa en el Río de la Plata, 1810-1824. CABA, Sudamericana.

Las imágenes de este material forman parte de la propuesta Los soldados del Ejército de los Andes. Orientaciones docentes (Portal Continuemos Estudiando, 2024). Allí se indican las fuentes de donde han sido tomadas para su uso con fines pedagógicos.

Este documento fue generado de manera automática. Para una mejor experiencia ingresar a Continuemos Estudiando.