2. Cuentos populares con tres deseos: «El herrero y el diablo»

«El herrero y el diablo» (versión a partir del capítulo XXI de Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes). Escritura de diálogos. Lo que las historias tienen en común.

Creado: 5 julio, 2021 | Actualizado: 26 de junio, 2023

Momentos de esta propuesta:

  1. 2Cuentos populares con tres deseos: "Los deseos ridículos"
  2. 1Cuentos populares con tres deseos: "El herrero y el diablo"

 

📚 Leé el cuento El herrero y el diablo y, si podés, compartí la lectura con alguien que acompañe en casa.

El herrero y el diablo*

Hace muchísimos años, allá por donde el diablo perdió el poncho, había un camino polvoriento que iba para el lado del cerro, y a orillas del camino había un pueblito, y justo donde terminaba el pueblito había una higuera, y al lado de la higuera había un ranchito en el que vivía un anciano herrero. No hacía falta más que ver dónde moraba el hombre para darse cuenta de lo pobre que era su pobreza. Es que con los años el ranchito se le había ido torciendo para el lado del cerro, y cada día el viento jugaba a peinarle y despeinarle el techo de paja. Tan, pero tan pobre era que en el pueblo se habían olvidado de su nombre, pues desde que tenían memoria todos le decían Miseria. Un día, ya cansado de su pobreza, exclamó:

—¡Daría mi alma al diablo por unos cuantos años de felicidad y riqueza!

Ya se sabe que al Malo no hay que nombrarlo nunca, porque siempre anda a la caza de ingenuos. En ese preciso instante se escuchó un estrépito como de trueno desafinado, y de una espesa niebla amarilla salió un caballero tan elegante y educado que nadie hubiera adivinado que se trataba de un diablo.

—Aquí estamos, para servirlo –dijo el caballero desplegando un papel–. Hablemos de negocios. Una firmita por aquí, otra firma por allá y ¡listo! Diez años de riqueza y felicidad a su entera disposición. Sin pensarlo dos veces, Miseria firmó y el caballero desapareció. Enseguida el herrero notó un resplandor extraño que salía desde una bolsa de papas que estaba echada en un rincón. Al abrirla comprobó asombrado que cada papa estaba ahora hecha de oro macizo.

En menos de lo que canta un gallo, se fue al pueblo y empezó a gastar a manos llenas. Y como el pueblo pronto le quedó chico a su riqueza, se fue a correr mundo y a darse la gran vida: los mejores hoteles, manjares a toda hora, trajes de etiqueta. Ahora todos lo trataban como a un gran señor, y se apresuraban a cumplir cada uno de sus caprichos. “Enseguida, Don Miseria”, le decían unos. “Como guste, Mister Miseria”, se esmeraban otros, dependiendo del país por donde anduviera.

De lujo en lujo, el tiempo se le pasó volando, así es que cuando estaban por cumplirse los diez años se volvió al pago y se puso a esperar que lo vinieran a buscar.

Resulta ser que mientras esperaba acertaron a pasar por allí cerca nada más ni nada menos que Jesús y San Pedro, que de vez en cuando sabían darse una vuelta por el mundo vestidos de paisanos pobres, para ver si aún quedaba bondad en los corazones de la gente. Y quiso la fortuna que la mula en la que iban perdiera una herradura justo justo cuando pasaban por la herrería de Miseria.

Llamaron a la puerta y, cuando salió el herrero, le pidieron ayuda. Hacía años que Miseria no arreglaba una herradura, así que revolvió entre sus antiguos trastos hasta dar con un manubrio de bicicleta bastante oxidado. Con mucha maña, lo utilizó para fabricar una herradura con la que herró a la mula.

Terminado el trabajo, Jesús preguntó al herrero:

—¿Qué deseas a cambio de tu favor?

—Nada ¿Qué les puedo pedir a ustedes? –respondió Miseria–. Bien se ve que son más pobres que yo.

Conmovido por la generosidad de aquel hombre, Jesús decidió premiarlo.

—Has de saber que soy Jesús y este de aquí es San Pedro -dijo- . Para retribuir semejante generosidad te concederé tres gracias. Puedes pedir lo que quieras.

Miseria se quedó mirándolos boquiabierto, sin atinar a nada. A lo mejor porque pensaba que tenía enfrente un par de chiflados. O quizás estaba tan aturdido por la sorpresa que no sabía qué pedir.

—¡El Cielo! ¡Pedí que tu alma vaya al Cielo! –le sopló San Pedro al oído. Pero Miseria, a quien no le gustaba que le dijeran lo que tenía que hacer, no le hizo caso. En cambio, se tomó su tiempo y recorrió con la mirada la humilde habitación, como buscando algo. De pronto se le iluminaron los ojos, como si hubiera tenido una gran idea. Acto seguido, señalando una silla descalabrada, expresó su primer deseo.

—La primera gracia que quiero pedir es que todo aquel que se siente en esa silla no se pueda levantar sin mi permiso.

—Concedida –dijo Jesús, de lo más sorprendido por tan descabellado pedido.

—¡Pedí el Cielo, te dije! –insistió nervioso San Pedro.

Pero Miseria lo miró de reojo con sorna y de nuevo lo desoyó para pedir lo que a él le parecía lo mejor.

—Como segunda gracia, quiero que todo aquel que se suba en ese árbol no se pueda bajar sin mi permiso -dijo mientras señalaba la enorme higuera de su patio.

—Concedido –dijo Jesús, intrigado y un tanto divertido. —¡Jamás he concedido cosas más disparatadas! Pero ahora, anciano, concéntrate y piensa bien lo que vas a pedir, porque es la última gracia que te queda.

—¡Pedí el Cielo, viejo porfiado! –se enfureció San Pedro.

—¡Porfiada será su abuela! ¡Porfiada y metida! ¡Voy a pedir lo que me venga en gana! Voy a pedir… voy a pedir… –agregó el herrero dubitativo- ¡que todo aquel que se meta en esa bolsa no pueda salir de ella sin mi permiso! -remató señalando la bolsa que tuviera las papas de oro, y que ahora estaba vacía. San Pedro suspiró resignado, y Miseria se quedó mirándolo con aire de victoria.

Una vez concedidas las tres gracias, los viajeros se despidieron y se perdieron por el camino.

No pasó mucho rato cuando apareció el diablo con el que había cerrado trato diez años antes. Esta vez no sonaba tan amable.

—Bueno, Miseria, es tu hora –dijo– Ahora te venís conmigo.

—Cómo no, pero recién llego de viaje y no quisiera presentarme por allá con tan mal aspecto –respondió–. Si me permite, me voy a arreglar un poco. Siéntese no más, Don Diablo, que enseguida estoy con usted.

El diablejo, como era uno de los de más bajo rango en la organización, andaba todo el día de acá para allá haciendo mandados para los diablos mayores, así que estaba muy cansado y se sentó.

Al regresar Miseria encontró al diablo sentado en la silla descalabrada, y se echó a reír para sus adentros.

—Ya podemos ir saliendo –invitó risueño.

El diablo tironeó, saltó y se retorció hasta que la cara se le puso roja como un tomate, pero todos sus esfuerzos por librarse de la silla fueron inútiles, porque seguía tan sentado como siempre.

—Me olvidé de avisarle que esa silla tiene sus mañas. Si quiere volverse para su pago me va a tener que dar unos añitos más de riqueza y felicidad.

Con tal de irse, el diablo le firmaba lo que fuera. Pero en el infierno no quedaron conformes con el arreglo.

Miseria se fue otra vez a darse la gran vida por el mundo. Lujo que te lujo, el tiempo voló otra vez, y al cabo de diez años volvió por la herrería.

Casi en seguida llegaron a llevárselo. Esta vez, seguramente para reforzar la expedición, habían enviado tres diablos, los que lo miraban con desconfianza.

—Venite con nosotros rapidito y sin triquiñuelas ¡Ah! y te avisamos que no nos pensamos sentar.

—Faltaba más, ya mismo voy a prepararme... Los higos están a punto, por si gustan los señores mientras esperan –invitó Miseria y se metió para adentro.

Y como los diablos son muy golosos, y tienen especial debilidad por los higos maduros, se treparon a la higuera para darse un festín. Cuando ya les dolió la panza de tanto comer, se quisieron bajar, pero estaban pegados a las ramas de tal forma que era imposible hacerlo, así que empezaron a gritar rojos de rabia para que Miserialos bajara.

—¿Quieren bajar? No hay problema. Lo único que tienen que hacer es invitarme otra ronda de felicidad y riqueza.

Empachados como estaban, los diablos firmaron cualquier cosa. Pero en el infierno hubo gran descontento, y más de un funcionario tuvo que renunciar.

Mientras tanto, Miseria andaba otra vez por el mundo, gastando a más no poder. Diez años después, mucho más viejo y un poco cansado de tanta andanza ya, se volvió a su herrería, que ahora era casi una tapera.

Allí se encontró con un gentío que lo estaba esperando. Esta vez el infierno completo había venido a buscarlo, con Mandinga a la cabeza.

—Bueno Miseria, ya te divertiste bastante. Te venís para abajo conmigo, ahora mismo y sin chistar. ¡Quién te habrás creído que sos, viejo ladino! -le gritó.

—Yo soy Miseria, el herrero del pueblo. Pero ¿y usted, que cacarea tan alto, quién es?

—¿Quién soy yo? ¿Cómo que quién soy yo? Yo soy el malo entre los malos. Yo puedo enviarte calamidades de todo tipo y talla: puedo hacer que el cielo se vuelva de ceniza, pero puedo también hacer que se te derrame la leche sobre el fuego por más que la vigiles.

—Disculpe que desconfíe, pero la verdad es que lo veo igualito a los otros que ni bajarse de un árbol pudieron… –porfió Miseria, provocativo–. Si tan poderoso es, demuéstrelo. ¡A que no puede convertirse usted y toda su diablada en hormigas y meterse en esa bolsa!

Y Mandinga, un poco picado por la soberbia y otro poco porque temía perder autoridad ante los otros diablos, golpeó el piso con el pie. Al instante él y todos los diablos se convirtieron en hormigas que enseguida rumbearon en fila, muy ordenaditas, para la bolsa.

Entonces Miseria la cerró bien cerrada y empezó a agitarla de arriba abajo y de abajo arriba, y a rebolearla por el aire como si estuviera espantando avispas con ella.

Ni quieran saber cómo aullaban aquellos pobres diablos ahí dentro…

De ahí en más, día tras día, Miseria se levantaba tempranito con la fresca, y lo primero que hacía para empezar bien el día era pegarle una buena sacudida a los diablos, que no paraban de suplicarle que los bajaran de semejante montaña rusa.

Hasta que un día consideró que ya habían tenido suficiente.

—Los voy a dejar salir, pero a condición de que queden todos los anteriores tratados cancelados, y deben comprometerse a no volver nunca jamás por aquí -dijo Miseria, que de pronto hablaba como un letrado.

Lloraban los diablos, y ni bien salieron de la bolsa firmaron todo lo que Miseria les puso adelante.

Cuando se quedó solo el viejo herrero lanzó un hondo suspiro. Había sido pobre, rico, pobre otra vez. Había andado en tratos con Jesús y con Mandinga. Y sintiéndose de pronto muy cansado, se puso el mejor poncho que le quedaba y se tendió en el catre para soltar su alma. No bien se murió, se fue derecho al Cielo. Y ya se metía, cuando lo vio San Pedro:

—¿Qué andás haciendo por estos lados, Miseria? ¿No estarás queriendo entrar, no?

— Y… si se puede… –contestó Miseria con timidez.

—De ninguna manera. Tres veces te dije que pidieras el Cielo, y tres veces lo rechazaste ¡Y encima me trataste de porfiado y de metido! Ahora no podés entrar. Despejáme la entrada, por favor…

Como no tenía otro lugar donde ir, Miseria se fue para el lado del infierno. Cuando el gran portón de hierro incandescente se abrió ante él, se armó una terrible batahola en el lugar, y Mandinga, a quien todavía no se le había pasado el dolor de cabeza producto de sus paseos en bolsa, ordenó con un tremendo vozarrón:

—¡Cierren todas las puertas! ¡Que por nada del mundo entre ese viejo tramposo!

Y es así que a Miseria no le quedó más remedio que volverse para el pago, donde quedó como alma en pena. De luna en luna –dicen los que creen– suele verse una sombra emponchada vagando por el camino que va para el lado del cerro, y si entonces uno le presta sus oídos a la noche, puede que escuche una risa colándose entre el viento, como si de pronto allá a lo lejos alguien se hubiera acordado de una broma muy antigua...

* Esta obra literaria ha sido elaborada con fines pedagógicos por el equipo de Prácticas del Lenguaje de la Dirección Provincial de Educación Primaria a partir del capítulo XXI de Don Segundo Sombra (1927) de Ricardo Güiraldes.

🔊 En este audio podés escuchar la lectura del cuento:

 💡✍️Para pensar en esta historia

Ahora te proponemos pensar sobre esta historia. Si la leíste con alguien más, será una buena oportunidad para intercambiar opiniones.

• El pasaje en el que Miseria pide los tres deseos a Jesús nos deja pensando. Podría haber pedido que lo liberen de cumplir su pacto con el diablo. O que le den más años para andar por el mundo derrochando fortunas. Sin embargo, pide tres cosas que parecen descabelladas.

Algunas chicas y algunos chicos piensan que Miseria no pensaba lo que hacía. Otras y otros dicen que se empeñó en llevarle la contra a San Pedro. Hay quienes opinan que era muy inteligente. ¿A vos por qué te parece que pide lo que pide? Releé el pasaje y escribí tu opinión sobre Miseria y las razones por las que pidió esos deseos.

• Varios lectores interpretan que en realidad Miseria era astuto e ideó un plan para burlarse de los diablos. Buscá en el texto y señalá algunas partes que den apoyo a esta interpretación.

• Otra cosa curiosa de los diablos de este cuento es que, por momentos, se comportan como si fuesen seres humanos. Por ejemplo, el primer diablo habla como el empleado de una compañía que nos quiere vender algo:

—Aquí estamos, para servirlo -dijo el caballero desplegando un papel-. Hablemos de negocios. Una firmita por aquí, otra firma por allá y ¡listo! Diez años de riqueza y felicidad a su entera disposición.

¿Te animás a encontrar otras partes en que los diablos tengan comportamientos muy humanos? Señalalos en el texto.

• Muchas chicas y muchos chicos han dicho que hay partes que les causaron gracia. ¿Te sucedió lo mismo? Si es así, señalá las partes del cuento que te resultaron graciosas.

• Vamos a releer el último párrafo: 

Y es así que a Miseria no le quedó más remedio que volverse para el pago, donde quedó como alma en pena. De luna en luna –dicen los que creen– suele verse una sombra emponchada vagando por el camino que va para el lado del cerro, y si entonces uno le presta sus oídos a la noche, puede que escuche una risa colándose entre el viento, como si de pronto allá a lo lejos alguien se hubiera acordado de una broma muy antigua.

¿Por qué Miseria queda por el pago como alma en pena? ¿Será su sombra la que vaga por el camino? ¿De qué se reirá?

 

 💡✍️Calamidades mayúsculas e inconvenientes domésticos

• Vamos a releer el pasaje en el que Mandinga ostenta su poder ante Miseria:

—Yo puedo enviarte calamidades de todo tipo y talla: puedo hacer que el cielo se vuelva de ceniza, pero también puedo hacer que se derrame la leche sobre el fuego por más que la vigiles.

Resulta gracioso que Mandinga utilice dos amenazas tan opuestas. Su primera amenaza es enviar un cataclismo universal y de índole fantástica, y la segunda es provocar un pequeño contratiempo cotidiano.

Otros ejemplos de este tipo podrían ser:

• Hacer que llueva fuego, pero también que se descosan los botones de todas tus camisas.

• Hacer que se haga de noche al mediodía, pero también que se pinche la bicicleta a cada instante.

• Hacer que la tierra se abra y que te trague, pero también que el paraguas se llueva, aunque esté sano.

¿Te animás a escribir tres ejemplos como estos, uniendo una calamidad mayúscula con un incidente cotidiano menor pero fastidioso? 

Fijate que tanto la catástrofe como el contratiempo cotidiano son sobrenaturales, porque se refieren a fenómenos imposibles (ya que, por ejemplo, no es posible que un paraguas se llueva, aunque esté sano).

• Después de escribir tus tres ejemplos, elegí el que te parezca más creativo y reescribí las palabras de Mandinga reemplazando sus amenazas por las que inventaste.

 

 Los diablos dan explicaciones

¿Notaste cuántos diálogos hay en el cuento? Cada uno de ellos le “da vida” a la historia, porque nos ayuda a imaginar cómo son y cómo hablan los distintos personajes. Hay una parte, sin embargo, que no incluye diálogo porque no está narrada en detalle. Nos referimos al momento en que la segunda expedición de diablos fracasa en su intento de llevarse a Miseria, y en el texto se lee lo que sigue:

Empachados como estaban, los diablos firmaron cualquier cosa. Pero en el infierno hubo gran descontento, y más de un funcionario tuvo que renunciar.

Podemos imaginar el mal momento que pasaron estos diablos cuando tuvieron que explicar a sus superiores –Mandinga entre ellos– que habían sido engañados por un anciano.

• Te proponemos entonces que escribas un breve diálogo en el que los tres diablos le cuentan a los demás por qué no pudieron llevar al infierno a Miseria.

Algunas pistas para tener en cuenta antes de empezar a escribir:

• Seguramente los diablos intenten justificar por qué no pudieron llevarse a Miseria.

• Podemos imaginar que fueron interrogados por Mandinga, quien debió estar muy furioso, ya que el texto dice que “en el infierno hubo un gran descontento”.

• Puede que los diablos den su propia versión de los hechos para quedar mejor parados. Quizás inclusive mientan.

• Para que se entienda qué diablo habla, podés ponerles nombres o llamarlos Diablo 1, Diablo 2 y Diablo 3.

• Cuando se escribe un diálogo, cada vez que se introduce la voz de un personaje, se pone al inicio una raya o guión a manera de marca.

• Antes de que comiencen a hablar los diablos, se podría introducir la situación con un breve párrafo a cargo del narrador contando, por ejemplo, la llegada al infierno y con quiénes se encuentran allí. Este fragmento te sirve como modelo.

Al regresar Miseria encontró al diablo sentado en la silla descalabrada, y se echó a reír para sus adentros.

—Ya podemos ir saliendo- invitó risueño.

Ahora escribí aquí la escena que imaginaste.

• Algunas pistas para que tengas en cuenta después de escribir:

Releé el diálogo que creaste y revisá cómo incluiste las voces de los personajes. Fijate por ejemplo:

> Si se diferencian los momentos en los que hablan los personajes de los momentos en los que el narrador narra.

> Si usaron distintos verbos para introducir las voces de los personajes. Les damos algunas posibilidades para que se fijen cuáles de ellas conviene incluir en sus escritos: dijo, afirmó, exclamó, preguntó, respondió, gritó, murmuró, ordenó, propuso, aconsejó, aclaró, insistió.

> Si se diferencia en cada caso de qué personaje es la voz marcada por las rayas iniciales. Para eso, el narrador va indicando quién habla. Puede hacerlo antes o después de que hable el personaje. También puede hacerlo mientras habla el personaje.

A continuación te mostramos ejemplos. Fijate en cada caso cuántas rayas se usan y dónde se colocan.

El narrador indica quién habla antes de que hable el personaje:

(…) y Mandinga, a quien todavía no se le había pasado el dolor de cabeza producto de sus paseos en bolsa, ordenó con un tremendo vozarrón:

—¡Cierren todas las puertas! ¡Que por nada del mundo entre ese viejo tramposo!

El narrador indica quién habla después de que hable el personaje:

—Faltaba más, ya mismo voy a prepararme... Los higos están a punto, por si gustan los señores mientras esperan -dijo Miseria y se metió para adentro.

El narrador indica quién habla durante el diálogo del personaje:

—Aquí estamos, para servirlo -dijo el caballero desplegando un papel-. Hablemos de negocios.

En este último caso las palabras del narrador están metidas en medio del diálogo del personaje, como si lo interrumpieran para indicar quién está hablando. Como ves, la interrupción del narrador se señala poniéndola entre dos rayas.

 

💡✍️ Para pensar lo que las historias tienen en común

Ya sabemos que en las dos historias que leíste se piden tres deseos. Sin embargo, las historias son diferentes en quiénes piden, qué piden y quién otorga los deseos. Además, como viste, Júpiter, en la primera, Jesús y San Pedro, en la segunda, no piden nada a cambio de conceder los deseos, pero el diablo sí lo hace.

• Podrías hacer una ficha para cada historia:

Los deseos ridículos
Quiénes piden
 

 

Qué piden
 

 

Quién otorga los deseos
 

 

 

El herrero y el diablo
Quiénes piden
 

 

Qué piden
 

 

Quién otorga los deseos
 

 

 

• Ya te habrás dado cuenta, al completar la ficha, de que ambos cuentos se diferencian mucho respecto de quiénes piden, qué piden y quién otorga los deseos. Pero también la conclusión de las historias es distinta. Explicá en qué se diferencian los finales de los dos cuentos.

• En estas historias, ¿qué tienen en común Júpiter y el diablo? ¿Y los deseos del leñador con los del viejo Miseria?

• Aquí puedes hacer un plan para escribir una historia de este tipo y, si querés, escribirla.

Quiénes piden
 

 

Qué piden
 

 

Quién otorga los deseos
 

 

 📚 Deseos por aquí, deseos por allá

En la literatura hay grupos de historias que están relacionadas entre sí, como si fueran familias. En la gran familia de las historias que incluyen deseos, por ejemplo, puede haber muchas variantes, pero siempre sucede que alguien que desea algo se encuentra con un ser u objeto mágico con la capacidad de cumplir con sus deseos. Y como ocurre en todas las familias, algunos integrantes se parecen entre sí más que otros. Ese es el caso de “El genio y el pescador” de Las mil y una noches y El espíritu en una botella, de los hermanos Grimm, dos cuentos pertenecientes a dos culturas muy diferentes que, sin embargo, se parecen mucho. Fijate cuántas coincidencias tienen:

El genio y el pescador El espíritu en una botella
Un pescador encuentra una vasija en el mar. Un leñador encuentra una botella en el bosque.
Destapa la vasija, sale una humareda y aparece un genio gigantesco que debe concederle deseos. Destapa la botella, sale una humareda y aparece un espíritu gigantesco que debe concederle deseos.
El genio está enfurecido y, en lugar de ponerse a su servicio, quiere matarlo. El espíritu está enfurecido y, en lugar de ponerse a su servicio, quiere matarlo.
Mediante un engaño, el pescador logra que el genio se vuelva a meter en la vasija. Mediante un engaño, el leñador logra que el espíritu se vuelva a meter en la botella.
El genio es liberado nuevamente y esta vez cumple los deseos del pescador. El espíritu es liberado nuevamente y esta vez cumple los deseos del leñador.

 

En ambas historias, los protagonistas logran salvarse con un engaño muy similar. Vamos a leer el pasaje del engaño para ver si te das cuenta de lo que tienen de parecido a un cuento de los que leímos.

El genio y el pescador

Y entonces el pescador miró al genio y le preguntó:

—¿Cómo has podido entrar por entero en esta vasija donde apenas cabe tu pie o tu mano? A lo que el genio dijo:

—¿Dudas acaso de ello?

—Efectivamente, no lo creeré jamás mientras no vea con mis propios ojos que te metes en ella -respondió el pescador.

Entonces el genio comenzó a agitarse; convirtiéndose nuevamente en humareda que subía hasta el firmamento. Después se condensó, y empezó a entrar en la vasija poco a poco, hasta el fin. Sin perder tiempo, el pescador cogió rápidamente la tapa de plomo y obstruyó la boca de la vasija.

 

El espíritu en una botella

El leñador, viéndose perdido, apeló a un último recurso.

—Antes he de saber si realmente eres tú quien estaba aprisionado en la botella y si se trata, en realidad, de un auténtico espíritu. Si eres capaz de volver a introducirte en ella, te creeré; y entonces podrás hacer conmigo lo que te venga en gana -dijo.

—Esto es facilísimo -respondió el espíritu, lleno de arrogancia; y, contrayéndose hasta quedar tan pequeño y sutil como antes, se deslizó por el cuello de la botella y se metió dentro. Apenas se hubo metido, el hijo del leñador aplicó rápidamente el tapón y volvió a poner la botella en el lugar de donde la sacara, entre las raíces del roble, dejando así burlado al espíritu.

¿Te diste cuenta? Ambos protagonistas desafían a los seres maléficos a meterse otra vez en el recipiente del cual acababan de salir. Seguramente, te habrás acordado de Miseria desafiando a Mandinga a convertirse en hormiga y meterse en una bolsa.

Es curioso que historias tan distantes entre sí guarden estos parecidos. Tantos, que nos preguntamos si no se tratará de la misma historia, contada en forma diferente.

 

📚 Cuando los deseos se vuelven peligrosos

Algunas historias de deseos son muy inquietantes; otras graciosas o ridículas. En las inquietantes los deseos se cumplen, pero lejos de hacer felices a quienes los piden, les causan enormes sufrimientos. En otros casos, en cambio, los deseos abren la puerta a la aventura, y aún al humor.

La Piel de Zapa, de Honoré de Balzac.

Autor: Adrien Moreau, imagen tomada de Wikimedia Commons.

Una piel que cumple los deseos de quien la posee. Pero con cada deseo otorgado, la piel se acorta, y también la vida de quien ha pedido el deseo. ¿Qué hacer con ella? ¿Vivir una vida breve en la que todos los deseos se vean realizados, o una vida larga llena de penurias?

El Retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde. 

Imagen de Eugène Dété (1908) tomada de Wikimedia Commons.

El protagonista desea no envejecer más, que su figura permanezca por siempre como la que se ve en un retrato que lo muestra en la plenitud de su juventud y belleza. Su deseo se cumple, pero en cambio es el cuadro el que va envejeciendo por él, año tras año, hasta adquirir una apariencia tan horrenda que su dueño no se atreve ya a mirarlo.

 

La pata de mono, de W.W. Jacobs 

Imagen tomada de Wikimedia Commons

 

Un amuleto –una pata de mono embalsamada– concede tres deseos a quien la posea. Alguien va demasiado lejos al pedir que su hijo muerto vuelva a la vida. Es un cuento magistral, pero tenebroso, que les recomendamos para cuando sean un poco más grandes.

 

Dragon Ball, (dibujo animado e historieta)

Imagen tomada de Flyclipart.

Quien esté en poder de las siete esferas del dragón podrá pedirle un deseo. Todos luchan por obtenerlas.

Los Simpsons (dibujo animado)

Imagen tomada de Flyclipart.

En un episodio la pata de mono que concede deseos llega a manos de la disparatada familia. Lisa le pide que haga desaparecer todas las armas para que haya paz en el mundo. Al saber que los seres humanos se encuentran indefensos, los extraterrestres aprovechan para invadir la Tierra.

• De todas estas historias, ¿cuál es la que te encantaría leer o conocer lo antes posible? ¿Qué es lo que más te interesa?


 

Agradecimientos

Gracias a quienes colaboraron con esta tarea y compartieron sus obras desde la más absoluta generosidad y el compromiso con la educación:

Carlos Alberto García (Charly García), Universal Music, Roxana Boixados, Miguel Ángel Palermo, Héctor Aricó, Irene Corchado, ©AIP Art Investment Partners SL, Verónica Lorenzo, Editorial Santillana. 

Disclaimer

Este cuaderno fue elaborado por la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires con fines educativos. Se entrega en forma gratuita. Prohibida su comercialización.

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