La Revolución de Mayo de 1810

Itinerario didáctico para indagar la vida cotidiana de la época, en particular a través de la vestimenta, y algunos de los sucesos políticos que tuvieron lugar en aquel entonces.

Creado: 13 mayo, 2022 | Actualizado: 17 de mayo, 2024

Marco general: 25 de Mayo

Aniversario de la Revolución de Mayo de 1810

El 25 de mayo se cumple un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo de 1810. Como cada año, esta fecha nos interpela e interroga acerca de los sentidos de lo colectivo, de lo común, de los lazos que nos vinculan y del compromiso compartido para afrontar los dilemas del presente y el futuro. Si una nación es una comunidad imaginada, la revolución es el inicio concreto y simbólico de un proyecto que, a más de doscientos años, nos sigue convocando para trabajar por una provincia y un país más justos y solidarios. […]

La sociedad y la escuela se detienen para recordar ciertas fechas que resultan significativas por distintos motivos. Esta puede ser una buena ocasión para discutir diferentes miradas y compartirlas con las niñas y los niños más grandes del jardín de infantes. Se trata de promover los primeros acercamientos a la historia a quienes, a lo largo de toda su escolaridad, seguirán construyendo nuevos conocimientos acerca de estas temáticas.

Muchas son las imágenes que solemos recordar de los festejos del 25 de mayo en la escuela: los vendedores ambulantes, el cabildo, el chocolate caliente, las exclamaciones de: “¡Viva la Patria!”. Estas semblanzas se corresponden con una visión tradicional y estereotipada de la historia.

En el último tiempo, las historiadoras y los historiadores han puesto en cuestión las interpretaciones dominantes que afirman que la Revolución de mayo de 1810 fue el origen de la nación. A partir de enfoques renovados, plantearon que los sucesos de 1810 no deben entenderse como un movimiento de emancipación nacional. En el 1810 no existía la Nación Argentina, sino que ésta fue una construcción que lentamente fue tomando forma a lo largo del siglo XIX. En 1810, “la Patria aún no estaba viva” es decir, aún no se había formado una idea de destino común en la población de aquella porción del Virreinato del Río de la Plata que más tarde quedaría encerrada en las fronteras de la Argentina. Las y los habitantes de ese tiempo no se sentían argentinos, en el sentido que hoy le damos a esta palabra.

Mayo fue, en todo caso, el inicio –y no la culminación– de un proceso largo y complejo de formación de una comunidad nacional. Algo similar sucedió en el resto de la América Hispana que, en el contexto del derrumbe de la monarquía española, comenzó entonces su vida independiente¹.

El siguiente itinerario didáctico propone en primer lugar, indagar parte de la vida cotidiana de aquella época, en particular cómo se vestían mujeres, hombres, niñas y niños de distintos grupos sociales durante la colonia y un tiempo después, para luego, acercar a las alumnas y los alumnos de la sala de 5 a parte de los sucesos políticos que tuvieron lugar en mayo de 1810.

1. ¿Cómo se vestían mujeres, hombres, niñas y niños de distintos grupos sociales durante la colonia y un tiempo después?²

Esta propuesta indaga los modos de vestir de mujeres, hombres, niñas y niños de distintos grupos sociales en Buenos Aires cerca de 1810. Pensamos la vestimenta en sentido amplio, es decir, incluyendo no solo la ropa sino también los accesorios, el calzado, los peinados, etc. De esta manera, la vestimenta se constituye en una “ventana” a través de la cual “mirar” parte de la vida cotidiana de ese tiempo.

En este caso, focalizar en la vestimenta considerada como objeto social en el que se dan cita un conjunto de relaciones sociales, económicas, políticas y culturales permite acercarse a dicho entramado, por ejemplo: las relaciones entre los modos de vestir y las actividades que realizaban varones, mujeres, niñas y niños de distintos grupos sociales; los peinados y el uso de accesorios (como mantillas, sombreros, peinetones) no solo como objetos de distinción sino también su vinculación con la disponibilidad del agua y las posibilidades de higiene; las características de las prendas y sus relaciones con el tamaño de las casas, los modos de transportarse, las calles de tierra, etc. Seleccionar, en este caso, “las vestimentas” procura evitar el tratamiento superficial y enumerativo que conlleva considerar “la vida cotidiana” en su conjunto.

A lo largo del itinerario, seguramente se plantearán comparaciones entre los modos de vestir del pasado y del presente. Es importante reparar en los cambios, así como también en las permanencias: algunas prendas que ya no se utilizan (como los miriñaques); a otras, se les da otros usos (como los guantes) y pese a que las polleras son muy diferentes en la actualidad, aún hoy, se siguen usando.

Para responder al interrogante acerca de ¿cómo se vestían mujeres, hombres, niñas y niños de distintos sectores sociales en la época cercana al 1810?, se requiere poner a disposición distintos modos de buscar información a través de fuentes iconográficas; fotos de objetos antiguos y, en algunas localidades, la posibilidad de observarlos directamente en las salas de los museos; pequeños textos explicativos que acompañan las imágenes; fragmentos de películas y relatos.

A lo largo del recorrido y con la ayuda de la maestra o el maestro podrán ir confeccionando un listado escrito y/o dibujado de las prendas que han investigado, correspondientes a mujeres, hombres, niñas y niños de los distintos grupos sociales. A partir de este trabajo de sistematización, quienes lo deseen seleccionarán qué prendas y accesorios confeccionar (con ayuda de las familias) para vestirse y participar de un desfile. Esta propuesta sin duda, invita a jugar promoviendo un “ida y vuelta” entre el juego y la indagación. Así, por ejemplo, tendrán oportunidad de “volver” sobre las imágenes con el fin de buscar algún detalle necesario para la confección de la vestimenta o para enriquecer el juego.

El desfile permitirá apreciar la ropa en situaciones de uso constituyendo de algún modo una actividad, en la que se recupera y sistematiza lo indagado y se comparte con otras salas y con las familias. Otro modo de “pasar en limpio lo aprendido” es armar un álbum con los dibujos de las chicas y los chicos acompañados por pequeños epígrafes en los que “escriben como pueden” o le dictan a la persona adulta lo indagado.

A continuación, compartimos un conjunto de fuentes de información:

Fuentes iconográficas³

Al ofrecer este tipo de fuentes es importante contarles a las chicas y chicos que se trata de un tiempo en el que no existía la fotografía y, por lo tanto, una de las formas de conocerlo es a partir de cuadros.

Las alumnas y los alumnos podrán obtener algunas informaciones a través de la observación orientada por ciertas preguntas como, por ejemplo: ¿quiénes aparecen en la imagen?, ¿cómo estaban vestidas?, ¿qué relación encuentran entre la ropa y la actividad que realizaban?, ¿qué accesorios llevaban (zapatos, sombreros, abanicos, relojes, guantes, mantillas, peinetones, etc.)? Será necesario reparar en que no todas las mujeres usaban abanicos y peinetones o no todos los hombres vestían chalecos y levitas.

Sin embargo, ciertos datos no se recogen de la observación directa y, por lo tanto, se requiere de información que aportan los textos para que las y los estudiantes puedan tejer nuevas inferencias, a partir de ellas.

Vendedor de velas. Litografía de César Hipólito Bacle. Imagen tomada de Wikimedia Commons.

Los esclavos vestían con prendas descartadas por los amos. Los zapatos de los dueños casi nunca coincidían con la medida de sus pies, por eso arrastraban los zapatos y los hacían sonar a cada paso. Este ruido dio origen al término chancletear y a la palabra chancleta. Muchos directamente no usaban calzado.

Vendedora de tortas. Litografía de César Hipólito Bacle Imagen tomada de Wikimedia Commons.

La mayoría de las mujeres esclavas vestían con las ropas que ya no usaban las mujeres de la familia a la que pertenecían. El rebozo les cubría la cabeza y los brazos. Muchas vendían tortas, buñuelos o, se sentaban en el cordón de la vereda con una bandeja de pastelitos fritos bañados en miel.

Exterior de una pulpería. Litografía de César Hipólito Bacle. Imagen tomada de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Niñas y niños solían llevar una vestimenta muy similar a la de los mayores, pero “en talle pequeño”.

Señora porteña. Litografía de César Hipólito Bacle. Imagen tomada de Wikimedia Commons.

Las mujeres adineradas llevaban varias prendas superpuestas. Por ejemplo, usaban medias aseguradas con ligas y, a continuación, un par de enaguas que luego cubrían con la pollera. Para simplificar la tarea del peinado muchas mujeres usaban el cabello largo y trenzado que peinaban alrededor de la cabeza y sujetaban con una peineta o un moño.

Vestimentas. Litografía de César Hipólito Bacle. Wikimedia Commons.

Esta imagen parece ser una caricatura, es decir, que exagera el tamaño de los peinetones que usaban las mujeres de clase alta en ese tiempo. Dadas las malas condiciones de las calles las damas tenían que reparar los calzados porque se rompían frecuentemente. En esa época era común que las señoras hicieran ellas mismas sus zapatos. La galera que usaban los hombres era un sombrero de copa alta.

Bailando el minué en casa de Escalada, de Carlos E. Pellegrini. Imagen tomada de la Biblioteca Nacional del Maestro.

En el ruedo de las polleras de las mujeres de clase alta se colocaban pesos de metal para evitar que se levantaran por el viento o en los giros de los bailes y así se vieran las piernas.

Los hombres vestían una chaqueta que adelante era corta y atrás tenía dos faldones, como “dos colitas”. En aquella época se trasladaban a caballo y gracias a esa apertura en la parte de atrás era más sencillo montar a caballo.

Candombe Pedro Fígari. Imagen tomada de Wikimedia Commons.

Las esclavas y los esclavos bailaban todos los domingos y días de fiesta desde media tarde hasta altas horas de la noche. Las señoras de clase alta les regalaban algunas puntillas o encajes ya usados para que se vistieran engalanados.

La posta, óleo sobre madera de Prilidiano Pueyrredón. Imagen tomada de Wikimedia Commons.

El chiripá es un poncho colocado en forma de pañal, sostenido en la cintura por una faja. Los varones de las zonas populares o de los pueblos rurales usaban poncho, chiripá y sombreros bajos. La vestimenta era confeccionada por las mujeres.

Objetos que se conservan en los museos

Para tomar contacto con prendas y accesorios que muestren cómo se vestían las personas en los inicios del siglo XIX, es posible también visitar un museo. Algunos cuentan con páginas web en las que se invita a una recorrida virtual, o se destacan algunas fotos de ciertos objetos especialmente seleccionados4

En ciertos museos se exhibe una gran colección de objetos de distintas temáticas. En este caso, se trata de ir especialmente a observar vestimentas. Es preciso reparar en que, por lo general, los objetos que se muestran pertenecían a los sectores sociales más altos, quienes han tenido mayor oportunidad de conservarlos.

Nuevamente aquí, algunas informaciones se obtienen a partir de la observación mientras que otros datos serán complementados con el aporte de otras fuentes como pequeños textos informativos.

Abanico. Imagen recuperada de la página oficial del Museo Fernández Blanco.

Las mujeres no solo usaban el abanico para refrescarse en los días de calor, sino que era un símbolo de prestigio y coquetería. Detrás de él las mujeres se escondían para contarse secretos. También era un modo de comunicación: a través de distintos modos de abrirlos, cerrarlos y moverlos se enviaban innumerables mensajes.

Fragmentos de películas

Mientras que los cuadros y las fotografías aportan una visión detenida y pormenorizada de la vestimenta, las filmaciones presentan en acción aquello que se está analizando. En este caso, las películas no están destinadas al público infantil, pero resulta interesante observar solo algún fragmento para seguir respondiendo a los interrogantes planteados, en particular el uso del cuerpo que supone vestir ese tipo de prendas y accesorios.

Es importante contarles a las chicas y los chicos que si bien son películas “actuales” (es decir, que pese a que algunas ya tienen varios años no son de la época que se está indagando) presentan una reconstrucción histórica que nos acerca a esos tiempos. Puesto que se trata de mirar una parte de una filmación para buscar información, nuevamente es central compartir previamente con el grupo las preguntas que la orientan.

“Camila” de María Luisa Bemberg.

Si bien esta película está ubicada unas décadas después de 1810 en el minuto 5 se observa cómo las muchachas se bañaban vestidas con la colaboración de la criada o en el minuto 12.08 cómo jugaban al gallito ciego ataviadas con dichas prendas. También es posible reparar en los esclavos durmiendo la siesta: aparecen con ropas anchas y descalzos.

“El Santo de la espada" de Leopoldo Torre Nilson.

En el minuto 8.30 hay una escena de baile de salón donde se observan los vestidos de mujeres, uniformes militares de varones y los peinados.

“La muerte en las calles” de Leo Fleider.

En el inicio se observan mujeres y varones de sectores populares en las calles.

2. Los sucesos políticos de mayo de 1810

Hasta aquí el itinerario se ha focalizado en las vestimentas de diferentes grupos sociales. Será oportuno, entonces, comenzar a aproximar a las niñas y a los niños a algunos de los sucesos que tuvieron lugar en el tiempo en que las personas se vestían de esa manera.

Los relatos

Los relatos permiten iniciar a las alumnas y los alumnos más grandes del jardín en el acercamiento a parte de los sucesos que tuvieron lugar hace tanto tiempo y que aún hoy se siguen recordando. Se trata de narraciones ficcionales documentadas historiográficamente en las cuales dichos acontecimientos se presentan entramados en los modos de vida cotidiana y en la voz de los actores sociales de la época. En este caso, compartimos Anochecer de un día agitado5. En ella se cuentan los sucesos políticos, tal como fueron vividos en el seno de una familia donde convivían diferentes posturas políticas que evidenciaban diferencias sociales en la voz de variados personajes, entrelazados con los modos de vida cotidiana de aquella época.

Les proponemos escuchar atentamente el audio-cuento Anochecer de un día agitado:

El audio cuento fue leído por la narradora Paola Davico, coordinadora del Plan Provincial de Lecturas y Escrituras de la Dirección General de Cultura y Educación (DGCyE).

Luego de comentar con el grupo el relato podrán conversar acerca de por qué discutían el papá y el tío de la niña. ¿Por qué el tío de Eugenia no estaba de acuerdo con su papá?

A partir de todo lo indagado, será oportuno pensar cómo sería la vestimenta de Eugenia, de Clementina, del papá o la mamá de la niña.

Anochecer de un día agitado

Hace muchos años, había una nena que se llamaba Eugenia. Vivía con sus papás, su hermano, sus tíos y sus primas en una casa muy grande. Y en esa casa tan grande vivían también muchos sirvientes que hacían todas las tareas de la casa. Una de ellas era Clementina, una negra muy gorda que cuidaba a Eugenia. Ella la quería más que a nadie y le decía Cleme. ¡Cómo le gustaba a Eugenia la comida que Cleme le preparaba! Y más que nada, ¡cómo le gustaban las historias que Cleme le contaba! Sobre todo, cuando la hacía reír con sus cuentos y su forma de contarlos.

Pero el día de esta historia, Eugenia no se reía. Estaba preocupada y un poco triste. Todo el día había visto que pasaban cosas raras. Su padre y su tío estaban nerviosos o enojados. Parecía que se peleaban. Eugenia no sabía muy bien. Pero nadie quería contarle qué estaba pasando y la sacaron del medio cuando se quiso acercar a preguntar. Por la calle había mucho barullo también pasaba gente gritando y hasta parecía que sonaban tiros. Eugenia se había puesto a llorar del susto. “¿Qué está pasando?” preguntaba. Cleme la llevó a la cocina, le dio un jarrito de mazamorra y le dijo:

—No llore más, Su Merced. Pórtese bien y quédese calladita. Que, si se porta bien, ya después y en secreto le via a contar qué pasó.

Por eso Eugenia esperó con ansiedad que llegara la noche, para que Cleme, su negra querida, le contara qué estaba pasando.

Esa noche, mientras Eugenia se zambullía en las sábanas heladas de su cama, preguntó a Clementina:

—Clementina, contáme. ¿Por qué pelean todos hoy?

—Ay, niña Eugenia, que es muy tarde.

—Contáme, Clemetina. Me prometiste. Hasta que no me cuentes, no me voy a dormir.

— ¡Mire que es caprichosa, mi niña! Le cuento rapidito y después se me duerme.

—Prometido.

—Pasa que hoy, después de una semana movida como un candombe, sacaron al virrey del gobierno y lo cambiaron por una Junta.

— ¿Un virrey? ¿Qué es un virrey, Clementina?

— ¡Ay niña! ¡Si cada cosa que sale de mi negra boca usté va a preguntar! Espere que ya vamo’ a llegar a esa parte. Le decía que hoy, 25 de mayo, cambió el gobierno. De tener gobernantes españoles pasamos a tener gobernantes de acá, nacidos en esta tierra, criollos, como se dice.

— ¡Como yo!

—Como usté’, como su hermano, como su padre. Pero no como su madre ni como su tío Eusebio, que por ese lado de la familia son todos españoles.

— ¿No me traerías un jarrito de mazamorra, Clementina? ¡Tengo un hambre!

— ¡No, mi niña, ya comió demasiado! Ahorita que le termino de contar, le traigo un dulcecito pa’ engañar el estómago. Le decía, entonces, que hoy, 25 de mayo, los criollos se hicieron cargo del gobierno y dejaron afuera a los españoles. ¡Así que se imagina cómo están los españoles!

— ¡Me imagino cómo está el tío Eusebio, que es español! ¿Y Papá? ¿Qué hizo Papá?

— ¡Ahí está el asunto! El amo es uno de los que fue hoy al Cabildo, a votar pa’ que el virrey se fuera. Y el tío Eusebio, a votar pa’ que se quedara. Y ganaron los que lo querían sacar. Cuando volvieron a la casa, pa’ el amo era un día de fiesta y pa’ el otro, un velorio. Y ahora, a la noche, la Junta de Gobierno dio orden de prender toditos lo’ farole’ del Cabildo y de la ciudad. ¡Pa’ que se note la fiesta! ¿Entiende, mi niña? Así que mandaron encender todas las velas. Pero como llueve y se apagan los candiles, dijeron que había que prender las velas de todas las casas y que abran los postigones pa’ que la luz de adentro ilumine las calles.

— ¿Y el tío Eusebio aceptó?

—No, qué va a aceptar. ¡Ahí se armó! Al amo meta abrir las ventanas y su tío meta cerrarlas. Y así están peleando: uno que abre y el otro que cierra. Su tío Eusebio que dice “Gastar en velas porque unos atropellados sacaron de su puesto al virrey” “¿Quién va a pagar todo lo que estuvieron gastando esta semana, eh?” Y grita como un loco.

— ¿Y mi Papá qué dice?

—El amo no aguantó más y hace un rato le pegó un trompis al tío Eusebio. Y siguieron peleando hasta que le partió un paraguas por la cabeza al tío Eusebio.

— ¡¿En serio?!

— ¡Que me caiga muerta ahorita mismo si le miento! Y no tiene que decir que le anduve contando. Tiene que ser un secreto.

— ¿Por?

—Porque no son cosas que tienen que saber los chicos. Y que si le cuento es porque le prometí para que no siguiera llorando.

— ¡Contame más cosas, Clementina!

—A estas horas, esta negra vieja lo que precisa es un buen descanso. Y usté’ también, mi niña.

— ¡Una, una solita!

—Ni media. Si se me está cayendo de sueño. Ademá’ por estar contando estas cosas, todavía no acosté al angelito de su hermano. ¡Diga que es un santo el pobrecito! ¡Ande, a dormir se ha dicho!

—Está bien, pero otro día me contás, ¿sí?

Fuentes iconográficas

No todos los grupos sociales participaron de los hechos políticos sucedidos en 1810. Observar la vestimenta de quienes se reunieron en el Cabildo podrá contribuir a este análisis.

Cabildo abierto, pintura de Pedro Subercaseaux. Imagen tomada de Wikimedia Commons.

La pintura muestra una escena de discusión entre diferentes posiciones. Todos los cabildantes eran varones. Los abogados y comerciantes estaban vestidos de civil. Otros eran clérigos y usaban hábito blanco, blanco y negro o marrón. También, había jefes de las milicias quienes llevaban uniforme y armas.

Bibliografía

Carretero, A. (2000). Vida cotidiana en Buenos Aires 1800-1860. Buenos Aires, Editorial Planeta.

Wolman, S. (coord.) (2010). Pasado y presente de Buenos Aires en clave de mayo. Buenos Aires: Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Prestigiacomo, R. y Ucello, F. (1999). La pequeña Aldea. Buenos Aires: Editorial Eudeba.

Wilde, J. (1998). Buenos Aires desde 70 años atrás. Buenos Aires: Fondo Nacional de las Artes.


1 Para más desarrollo se sugiere la lectura de la entrevista al Dr. Gabriel Di Meglio en Bicentenario. Pasado y presente de Buenos Aires en clave de mayo. Ministerio de Educación. CABA, 2010.

2 Esta propuesta se basa en “25 de mayo. Propuestas para el aula”, Dirección Provincial de Educación Inicial, 2010.

3 En el sitio del Archivo de Ilustración Argentina se encuentran varias de las litografías de Hipólito Bacle. El objetivo de este archivo es brindar material ordenado y clasificado para consulta y análisis. Asimismo busca recuperar el trabajo de ilustradores menos reconocidos que forman parte de nuestra historia visual. El proyecto está conformado por un grupo de docentes de la materia Ilustración, cátedra Daniel Roldán, perteneciente a la Carrera de Diseño Gráfico de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, de la Universidad de Buenos Aires (FADU/UBA). 

4 Por ejemplo: Museo histórico regional municipal (en Magdalena), Museo de la Reconquista (en Tigre) en el que pueden observarse uniformes militares.

5 Adaptación de Alicia Zaina del cuento Anochecer de un día agitado del libro “Efemérides entre el mito y la historia” de Zelmanovich y otros, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1994.

Imagen de portada: Wikimedia Commons.

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