Camino al encuentro
Microrrelato de Karen Ochoa (CEPT N°6 Paraje Casey, Guaminí)
Creado: 26 mayo, 2021 | Actualizado: 17 de octubre, 2023
Este microrrelato es uno de los 50 seleccionados en el Concurso Buenos Aires Fantástica, organizado en 2020 por la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires y la Unidad Bicentenario del Ministerio de Comunicación Pública. De esta propuesta participaron 2.200 estudiantes del ciclo superior de escuelas secundarias bonaerenses. Sus obras fueron evaluadas por jurados distritales, regionales y por una instancia provincial que destacó dos cuentos por región educativa.
Camino al encuentro
Era una noche fría y Esteban volvía de Carhué. Este pueblo, una localidad de la provincia de Buenos Aires, era muy conocido en la zona porque junto a él se encontraban las aguas saladas del Lago Epecuén.
Cuando iba a subir al puente, que se encontraba antes de llegar a su casa en el campo, su camioneta se detuvo repentinamente. Se bajó sin sospechar que podía haberle sucedido. Solo pudo distinguir en esa noche oscura el susurro permanente de las aguas del arroyo y el blanco helado de los cimientos del viejo puentes. Se sorprendió. En silencio, observándolo, sentados sobre el frío pilar pudo ver a dos niños que parecían haberse quedado mudos, expectantes, siguiendo con la mirada sus pasos.
Esteban, en principio se asustó, pero luego no dejó de sentirse extrañado ante aquellos dos pequeños.
¡Chicos! ¿Qué hacen a esta hora en el campo? ¿Se perdieron?
Uno de ellos respondió:
-Estamos esperando a papá.
Esteban sintió indignación. Quién podía ser tan desalmado de dejarlos solos, allí, con este frío.
-¿Y quién es tu papá?
Ellos no respondieron. En ese momento las luces de la camioneta se apagaron. Estaban volvió al vehículo para buscar la linterna que siempre llevaba por precaución y que tenía en la guantera. Alumbró con su tenue luz hacia el puente, pero para su gran sorpresa, los niños ya no estaban. Los llamó. Solo escuchó una voces que se alejaban llamando “papá, papá, pa... “ apagándose en un suave susurro que comenzaba a confundirse con el de la corriente del agua.
Asustado, se subió rápidamente a la camioneta e intentó ponerla en marcha nuevamente. Para su sorpresa, arrancó sin dificultades y pudo llegar a su casa.
Al día siguiente salió con su caballo a recorrer los animales. Sabía que tenía que volver a pasar por ese lugar y parecía inevitable sentirse pendiente de todos los sonidos que albergaba el arroyo. Cuando pasó junto a él, el caballo no quiso seguir avanzando. Se apeó y se acercó a las aguas. No podía evitar escuchar los susurros de los niños: “papá, papá, papá”. “Son esos niños”, pensó. “¡Qué raro! En aquella zona había muy pocas familias con hijos. Estaba casi despoblada. De hecho, su escuelita había cerrado hacía unos pocos años porque ya no tenía alumnos”.
Con el caballo de tiro volvió a su casa. Por la tarde, se fue hasta el puesto de un viejo vecino, Don Oscar, que vivía hacía mucho tiempo en esa zona del Paraje La Porota. Sólo él podría sacarle las dudas sobre el paradero de esos niños y el de su familia.
Don Oscar lo escuchó atento. Se sonrió y se recostó con tranquilidad sobre su silla – Hace quince años – contó - Unos niños se ahogaron en ese arroyo. Las malas lenguas comentan que su madre había abandonado a la familia y que fue su propio padre, enloquecido por el dolor el que los había dejado en ese lugar. ¡Tan pequeños y tan peligrosa esa caída! Dicen que aparecieron ahogados – Agregó –También dicen que muchos los han visto en las noches, bañados por la luna blanca...Pero usted sabe cómo son estas historias, ustedes los más jóvenes no suelen creer en ellas.
Esteban tampoco hubiese creído en ellas si no hubiese vivido lo de la noche anterior. Se sonrió y quedó callado. Luego, siguieron mateando y hablando de otras cosas.
Unas noches más tardes, volviendo de Carhué, pasó nuevamente por el puente. Su camioneta se detuvo. Caminó. Ya sobre el puente comenzó a sentir el susurro de las voces. Ya no llamaban a su padre. Ya lo llamaban, le pedían si no quería ser su amigo. Sobre el final del puente los vio. Allí estaban ellos, bañados por la luna, tomados de la mano.
Al día siguiente uno de los vecinos encontró la camioneta. Dicen que lo buscaron durante varios días. Dicen que los pocos vecinos que aún pasan de noche por ese puente suelen ver a dos niños tomados de la mano con un hombre que bien podría ser su padre.