El ritual
Microrrelato de Antonella Martino (Escuela Normal Superior Nicolás Avellaneda-EEM N°4, Rojas)
Creado: 26 mayo, 2021 | Actualizado: 17 de octubre, 2023
Este microrrelato es uno de los 50 seleccionados en el Concurso Buenos Aires Fantástica, organizado en 2020 por la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires y la Unidad Bicentenario del Ministerio de Comunicación Pública. De esta propuesta participaron 2.200 estudiantes del ciclo superior de escuelas secundarias bonaerenses. Sus obras fueron evaluadas por jurados distritales, regionales y por una instancia provincial que destacó dos cuentos por región educativa.
El ritual
Mi abuela nos contaba siempre historias raras, del tiempo de antes. Sus padres habían perdido sus tierras en Los Toldos: eran descendientes de la vieja tribu de Coliqueo, y por ese motivo se habían trasladado a la ciudad de Rojas, a la casona de 9 de Julio y Mármol, todavía en pie, aunque pintada hoy en día de un rosa chillón. Allí nacieron mi abuela y su hermano mayor, alrededor del año 30. Ella me contaba que sus padres ocultaban por vergüenza sus raíces aborígenes. Esta enigmática historia es mi preferida:
“Mi hermano, a los 12 años, se moría: lo abrasaba una fiebre devastadora. Los médicos no encontraban explicación alguna. Todos lloraban. Yo parecía un alma en pena deambulando por la casa. A medianoche, alguien golpeó la puerta. Mi padre abrió y se encontró con un hombre alto, de rasgos morenos y un gran sombrero negro. Nadie lo conocía. El hombre entró, y lo único que pidió fue que lo dejaran a solas con mi hermano. Yo espiaba... El extraño se sacó el sombrero y en su lugar se ató una vincha en la cabeza. Un rezo, un canto extraño, un ruido como de sonajero.
La voz casi inaudible. Así pasó un tiempo, hasta que un aullido espeluznante retumbó en toda la casa. Yo ví lo que pasó: ¡Mi hermano, en una violenta convulsión, había expulsado una especie de bola de pelos!. Era algo imposible...
Ese bulto abominable fue ocultado de la vista de todos por el extraño: lo envolvió en el poncho que él llevaba y sin dar ninguna explicación, sin saludar, salió de la casa.
Mi hermano se mejoró, pero algo había cambiado en él. Se tornó taciturno, callado, apegado a mis padres, que ahora le hablaban en la antigua lengua y juntos realizaban extrañas plegarias de cara al sol. Al año mi hermano se fue a Los Toldos, a la casa de mis parientes a “aprender” según escuché. Hasta que murió en los años 90, casi no lo volví a ver, pero supe que él, de alguna manera, era ahora el hombre del sombrero negro”.
Esto me contó mi abuela, y yo le creo. Son historias del Rojas de antes...