EL LEÓN Y EL RATÓN

Esopo

Un LEÓN estaba durmiendo en la falda de una montaña al calor del sol. Dormía tranquilamente. Cerca de allí jugueteaban varios ratones de campo.

Uno de los ratoncitos pasó corriendo sobre la pata extendida del león y lo despertó. Rápidamente reaccionó el león, atrapó al RATÓN con una de sus afiladas garras y exclamó:

—¡QUÉ EXQUISITO BOCADO!

Cuando el feroz animal estaba a punto de comérselo, el ratón imploró:

—¡POR FAVOR, GRAN LEÓN, DÉJAME MARCHAR! QUIZÁ ALGÚN DÍA PUEDA AYUDARTE CUANDO TE ENCUENTRES ANTE UN PELIGRO.

Al león le hizo reír la idea de que un ratón pudiera servirle de ayuda algún día pero viendo que era un animal tan pequeño que no alcanzaría para calmar su hambre, lo dejó partir diciendo:

—ANDA, NO TENGO APETITO EN ESTE MOMENTO.

Pocos días después el león caminaba por el bosque cuando cayó atrapado en la red de unos cazadores, quienes lo apresaron con una fuerte cuerda a un frondoso árbol. El animal se batió con furia pero no podía liberarse, entonces comenzó a rugir con toda su potencia:

—¡SOCORRO, SOCORRO!

El ratoncillo lo oyó y corrió al lugar de donde provenían los rugidos.

—NO TE MUEVAS, GRAN LEÓN –le dijo– TE LIBERARÉ.

Y comenzó a roer la cuerda con sus afilados dientecillos, dejándolo libre. El león había recuperado su libertad.

—MUCHAS GRACIAS –dijo el león, exhausto de tanto luchar inútilmente con las cuerdas.

—DÍAS ATRÁS –dijo el pequeño ratón–, TE REÍSTE DE MÍ PENSANDO QUE NADA PODRÍA HACER POR TI EN AGRADECIMIENTO. PERO YA LO VES, DEBES TU VIDA A UN HUMILDE RATONCILLO.

NUNCA DESPRECIES LAS PROMESAS DE LOS PEQUEÑOS.

“Al león le hizo reír la idea de que un ratón pudiera servirle de ayuda algún día pero viendo que era un animal tan pequeño que no alcanzaría para calmar su hambre, lo dejó partir”.

EL GATO Y LOS RATONES

Jean de La Fontaine

Un GATO, llamado Rodilardo, causaba tal estrago entre los RATONES, y los diezmaba de tal manera, que ellos no osaban moverse de su cueva. Así, iban viviendo con tal penuria, que al gran Rodilardo no lo tenían por gato, sino por diablo.

Un buen día en que Rodilardo por los tejados buscaba esposa, y mientras se entretenía con tales cosas, sucedió que los ratones se reunieron, deliberando sobre qué remedio tendrían sus descalabros.

Habló así la rata más vieja e inteligente:

—NUESTRA DESGRACIA TIENE UN REMEDIO: ¡ATÉMOSLE AL GATO UN CASCABEL AL CUELLO! PODREMOS PREVENIRNOS CUANDO SE ACERQUE, PONIÉNDONOS A SALVO ANTES QUE LLEGUE.

Cada cual aplaudió entusiasmado; esa era la solución ¡estaba clara! Más, poco a poco, reaccionaron los ratones, pues ¿cuál iba a ser tan atrevido? ¡Quién iba a atarle el cascabel al gato!

RATÓN DE CAMPO Y RATÓN DE CIUDAD

Anónimo

Érase una vez un ratón que vivía en una humilde madriguera en el campo. Allí no le hacía falta nada. Tenía una cama de hojas, un cómodo sillón y perfumadas flores por donde mirara.

Cuando sentía hambre, el ratón buscaba frutas silvestres y frutos secos para comer. Por las mañanas, paseaba y corría entre los árboles jugando entre sus raíces o disfrutando del aroma de sus flores. Por las tardes se tumbaba a la sombra de algún árbol para descansar o simplemente a respirar aire puro. Llevaba una vida muy tranquila y feliz.

Un día, vino a visitarlo su primo ratón que vivía en la ciudad. El ratón de campo lo invitó a comer su mejor sopa de hierbas pero al ratón de la ciudad, acostumbrado a comidas más refinadas, no le gustó.

Con el correr de los días, el ratón de ciudad iba sintiendo la necesidad de regresar a su lugar. No se habituó a la vida de campo. Decía que era demasiado aburrida y que la vida en la ciudad era mucho más emocionante.

Entonces, acabó invitando a su primo a la ciudad para mostrarle una nueva vida, una mejor vida. El ratón de campo no tenía muchas ganas de ir, él disfrutaba de su cama de hojas, del perfume de las flores y la sombra de los árboles por las tardes pero acabó cediendo ante la insistencia del primo ratón.

Nada más llegar a la ciudad, el ratón de campo pudo sentir que su tranquilidad se acababa. Había peligros por todas partes. Autos enormes, bocinas, humo, mucho polvo, personas caminando con apuro. Y además, gatos hambrientos por todos lados. El ajetreo de la gran ciudad lo asustaba.

La madriguera de su primo era muy distinta de la suya. Estaba en el sótano de un gran hotel. Era muy elegante: había camas con colchones de lana, sillones y finas alfombras.

Los armarios del gran hotel rebosaban de quesos y otras cosas ricas. El aroma a queso estaba impregnado en cada rincón que los ratones recorrían. Del techo colgaba un oloroso jamón. Cuando los dos ratones se disponían a darse un buen banquete, vieron a un gato que se asomaba husmeando a la puerta de la madriguera.

Los ratones huyeron disparados por un agujerillo. Mientras huía, el ratón de campo no dejaba de pensar en el campo, en su madriguera y en la tranquilidad de su vida cuando, de repente, oyó gritos de una mujer que, con una escoba en la mano, intentaba darle en la cabeza con el palo, para matarle.

El ratón aterrorizado y hambriento, volvió a la madriguera de su primo con una decisión tomada. Dijo adiós a su primo para regresar al campo lo antes que pudiera. Los dos se abrazaron y el ratón de campo emprendió el camino de vuelta.

Desde lejos, el aroma de queso recién hecho hizo que se le saltaran las lágrimas, pero eran lágrimas de alegría porque poco faltaba para llegar a su casita. De vuelta en su casa, el ratón de campo pensó que jamás cambiaría su paz por el más sabroso queso de hotel.

EL RATÓN DE CAMPO

(...) una humilde madriguera en el campo. Allí no le hacía falta nada. Tenía una cama de hojas, un cómodo sillón y perfumadas flores por donde mirara.

Cuando sentía hambre, el ratón buscaba frutas silvestres y frutos secos para comer. Por las mañanas, paseaba y corría entre los árboles jugando entre sus raíces o disfrutando del aroma de sus flores.

EL RATÓN DE CIUDAD

Había peligros por todas partes. Autos enormes, bocinas, humo, mucho polvo, personas caminando con apuro. Y además, gatos hambrientos por todos lados. El ajetreo de la gran ciudad lo asustaba.

La madriguera de su primo era muy distinta de la suya. Estaba en el sótano de un gran hotel. Era muy elegante: había camas con colchones de lana, sillones y finas alfombras.

Las imágenes utilizadas con fines pedagógicos en el apartado de Prácticas del Lenguaje fueron tomadas de: 123rf. com, VectorStock, Freepik, Pixabay, Depositphotos, Freejpg y archivo de la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires.