La noche del cementerio
Microrrelato de Tamara Lucia Saleme (EES N°1, General Guido)
Creado: 26 mayo, 2021 | Actualizado: 17 de octubre, 2023
Este microrrelato es uno de los 50 seleccionados en el Concurso Buenos Aires Fantástica, organizado en 2020 por la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires y la Unidad Bicentenario del Ministerio de Comunicación Pública. De esta propuesta participaron 2.200 estudiantes del ciclo superior de escuelas secundarias bonaerenses. Sus obras fueron evaluadas por jurados distritales, regionales y por una instancia provincial que destacó dos cuentos por región educativa.
La noche del cementerio
La noche del cementerio Hace cinco años, como casi todas las tardecitas de verano, nos íbamos a jugar a nuestro lugar preferido en todo General Guido. Sabíamos que no era un espacio destinado a “juegos de niños” pero qué mejor sitio que el cementerio del pueblo para aventurarnos en nuestro infalible entretenimiento: las escondidas.
Con mi amiga Lola siempre teníamos mucho miedo pero igual nos justaba ir, nuestros compañeros no le temían a nada y se escondían dentro de las tumbas. Todo era risas y juegos. Pero un día esa tranquilidad se disolvió.
Recuerdo que la luna llena iluminaba el lugar. Era nuestro turno de escondernos y mi amiga me dijo:
¡Martina! ¡Vení, vamos a escondernos con Pedro! –señalando a mi primo que estaba detrás de un monumento antiguo
-No vamos a andar todos juntos –dije porque ese era uno de los lugares que más miedo me daba- ¡Nos van a descubrir! Vamos a otro lado. – comenté.
Lola no me escuchó, por lo que seguí caminando sola, mientras buscaba un escondite. Sentía un temor tan particular, una sensación que, hasta ese momento, nunca había experimentado. Miré a un lado y decidí esconderme dentro de una bóveda que se estaba construyendo.
El tiempo pasaba y nadie venía a buscarme. Había comenzado a preocuparme y me preguntaba por lo bajo si se habrían ido sin mí, pero me consolaba pensando que estaba muy bien escondida. De pronto mis pensamientos fueron interrumpidos por pasos acercándose. Exhalé dejándome caer, al fin mis amigos me habían encontrado. Pero mi serenidad duró lo que mi suspiro ya que a lo lejos se oyó un enérgico grito de Lola.
Decidí salir corriendo para el lugar que mi amiga había gritado, pero me paralicé a los pocos metros al ver una sombra blanca que pasó delante de mí. Me incorporé e inmediatamente seguí caminando hasta encontrar a Lola.
-¿Por qué gritaste? ¿Qué te pasó Lolita? –indagué un poco agitada.
Marti, vi una sombra blanca –comenzó a sollozar y continúo- me quedé observándola y cuando me di vuelta ya Pedro no estaba conmigo. – Me abrazó fuerte- Me asusté mucho, Marti, sentí que alguien me agarraba del brazo, cerré los ojos grité y empecé a correr.
Nuestros amigos descreyeron lo que Lola contó. Ellos se burlaban de lo que acababa de contarnos. Y aunque hoy me doy cuenta que tendría que haberla apoyado, no quise que se rieran de mí también, por eso decidí no comentar que había visto algo similar.
Unos días después invité a Lolita a dormir, ella no iba más al cementerio. Mientras nos preparábamos para dormir, decidí contarle lo que me había sucedido aquella noche. Me miró asombrada pero no dijimos nada sobre el tema. Nos pusimos a jugar olvidando lo acontecido en el cementerio.
Semanas más tarde, festejamos el cumpleaños de mi mamá. Ella organizó una fiesta en casa. Llegó la hora de cantar el feliz cumpleaños, pero faltaban las velitas. Mamá fue a buscarlas, tardó solo un par de minutos. Al regresar la vi pálida, con su mirada confundida. Me acerqué y le tomé la mano.
-Mamita, ¿estás bien? –le pregunté con suavidad.
-Cuando fui a buscar las velas, vi a un hombre de blanco sentado en la silla mirándome sin decir nada.
Supuse que serían mis amigos jugándome una broma por lo del cementerio y muy enojada me dirigí hacia la cocina. ¡Vaya sorpresa cuando entré! No había nadie. ¿Qué estaba pasando? Si alguien quería jugarnos una broma, lo habríamos visto al salir de la cocina, solamente hay una entrada.
Volví a la fiesta y nos dispusimos a cantar el feliz cumpleaños cuando se oyeron ruidos que provenían de la cocina, vasos que se caían, ollas que se estrellaban contra las paredes, puertas de alacenas que se abrían y cerraban, luces que prendían y apagaban. Salimos de la casa, la fiesta había terminado.
Al amanecer, en compañía de familiares, regresamos a buscar nuestras pertenencias, tuvimos que mudarnos.
Nunca se habló de lo qué pasó esa noche, lo único que mis padres hicieron, fue pedirme que no fuera a jugar más al cementerio ya que no es un lugar de juegos y que hay muchos seres queridos de vecinos y amigos que están descansando en paz.
Una vez escuché que cuando se quebranta la paz de quienes están en el descanso eterno, como se dice en mi pueblo, “te pagan con la misma moneda”.