La reindustrialización: la algodonera Flandria y el pueblo industrial

El proceso de reindustrialización y el crecimiento de la población a partir de la recuperación de una fábrica textil en la provincia de Buenos Aires.

Creado: 11 octubre, 2023 | Actualizado: 2 de diciembre, 2024

Parque Industrial Villa Flandria, en José María Jáuregui, partido de Luján, provincia de Buenos Aires. Imagen de Roberto Fiadone tomada de Wikimedia Commons.

La profundización de la democracia y el proyecto productivo nacional están estrechamente relacionados. Esta relación la podemos palpar por los procesos que están muy al alcance para analizar la historia y la geografía reciente de nuestro país, así como los cambios producidos en la política económica y su afectación directa a la actividad industrial. El conjunto de políticas aplicadas a partir de 1976 como la apertura comercial indiscriminada (importaciones), la especulación financiera, la desregulación y la eliminación de la promoción y los subsidios, puede caracterizarse como el inicio de la desindustrialización. Esto provocó una importante merma en la cantidad de empresas, la reducción del empleo y la caída de los salarios industriales. No se manifestó como un descenso de la producción del sector, sino de la participación de la actividad en el producto bruto interno (PBI). También, trajo aparejada una transferencia de riqueza desde el conjunto de las trabajadoras y los trabajadores hacia el sector empresarial. Aunque este sector recibió los beneficios de manera diferenciada: los grupos concentrados de la economía obtuvieron mayores ganancias, y las pequeñas y medianas empresas se perjudicaron. En síntesis, el régimen dictatorial tuvo el propósito central de terminar con las experiencias populares y las orientaciones industrialistas en nuestro país. A continuación, en los primeros años de la década de 1990, se consolidó el proceso de desindustrialización que se venía configurando desde 1976. Durante ese período, desaparecieron el 18% de los establecimientos industriales –alrededor de 20 mil plantas– y perdieron su empleo el 27% de las personas ocupadas, afectando tanto a los pequeños, como a los medianos y grandes establecimientos. A esto le siguieron años de una profunda crisis económica y conflictividad social que hizo debilitar la democracia, ya que a mayor desigualdad los términos democráticos se degradaron. 

A partir de 2003, la recuperación se basó en la devaluación de la moneda (salida de la Convertibilidad $1 a USD 1, se pasa a $3 a USD1) por la que la industria evidenció un importante crecimiento en el aumento de las exportaciones fabriles –debido a los radicales cambios en la estructura de los precios de la economía– y una nueva sustitución de importaciones que benefició a numerosas ramas. La algodonera Flandria y el pueblo industrial (localizado en la ciudad de Luján, en Buenos Aires) atravesaron estos vaivenes, aunque su historia comenzó un poco más atrás, con el primer proceso de industrialización en nuestro país. En el año 1928, el inmigrante belga Julio Steverlynck instaló su fábrica textil Algodonera Flandria en Jáuregui, Luján, aprovechando la política económica de arancelamiento de los tejidos importados y las facilidades para la introducción de maquinaria auspiciada por la sustitución de importaciones. Es necesario entonces manifestar algunas características de la industria textil. Como los textiles son productos de consumo masivo, esta industria genera gran cantidad de empleos directos e indirectos y tiene fuerte incidencia sobre el empleo. La empresa impulsó el desarrollo de dos importantes núcleos urbanos y la población de la zona creció notablemente. Steverlynck llevó adelante en su empresa un sistema que podríamos llamar “paternalista”, inspirado en el catolicismo social, que abarcaba todos los aspectos de la vida laboral y social de sus empleados. Fundó clubes deportivos y sociales, cines, teatros, bibliotecas, parroquias, un colegio, una banda musical y financió la construcción de viviendas. En la década de 1960, llegó a tener 3 mil empleados, llegando a ser la mayor fábrica textil de América del Sur.

Durante la década de 1990 la empresa entró en crisis, como la mayoría de las industrias de la rama textil, por la priorización de las importaciones y, finalmente, quebró en 1995. Estuvo cerrada hasta que, en diciembre de 2001, se liquidó en un remate público. En 2003, el nuevo propietario, con apoyo estatal, reconvirtió el espacio en un parque industrial, un predio de 32 hectáreas. donde, en la actualidad, funcionan 21 fábricas. En el contexto nacional, la industria empezó a crecer a partir de la capacidad instalada, y se incrementó en 70 mil puestos de trabajo anuales. Luego, con la reinversión de utilidades generadas, se produjo el proceso de modernización de la estructura productiva. Todas estas inversiones estuvieron acompañadas por una reactivación del mercado interno, producto de un mayor nivel de consumo de la población, derivado de la recuperación salarial y la creación de nuevos empleos.

Las empresas radicadas en el parque industrial Flandria gozan de los beneficios de la Ley 10.547 de Promoción Industrial, del tratamiento de efluentes líquidos, de todos los servicios y del fácil y rápido acceso a las vías de comunicación. Estos factores de localización son esenciales para el desarrollo de la actividad industrial. 

Para ampliar este tema:

Ceva, M., Tuis, C. y Pak Linares, A. (2006). El patrimonio cultural de las mujeres en el Parque industrial "Villa Flandria". En Aljaba, vol. 10, Luján.

Ceva, M., Luchetti M. C. y Tuis, C. (2015). Un proyecto urbano-industrial innovador: el caso de Villa Flandria. En: Memorias del I Congreso de Geografía Urbana (UNLu-INIGEO) Construyendo el debate sobre la ciudad y su entorno. Serie Publicaciones del PROEG No. 16 ISSN: 1851-8907 (p. 16 y pp. 550-558).

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