La puerta
Microrrelato de Micaela Haeberli (EESA N°1, Gral. Alvarado)
Creado: 26 mayo, 2021 | Actualizado: 17 de octubre, 2023
Este microrrelato es uno de los 50 seleccionados en el Concurso Buenos Aires Fantástica, organizado en 2020 por la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires y la Unidad Bicentenario del Ministerio de Comunicación Pública. De esta propuesta participaron 2.200 estudiantes del ciclo superior de escuelas secundarias bonaerenses. Sus obras fueron evaluadas por jurados distritales, regionales y por una instancia provincial que destacó dos cuentos por región educativa.
La puerta
Hace varios años que vacacionamos en Miramar, un lugar tranquilo con brisas frescas y calurosas a la vez. Una sensación de libertad nos invade. Nos alojábamos en una casita muy hermosa de Parque Bristol.
Siempre peleábamos con mis hermanos gemelos pero las caminatas exploradoras nos unían en perfecta sincronía de paz. Recuerdo que la noche anterior hubo una gran tormenta. Insistimos en salir, se había acomodado el clima. Mamá nos dio permiso nos dijo que no desapareciéramos. Tomábamos una chocolatada mientras decidíamos para que lado aventurar. Después de mucha charla decidimos ir a la costa. Mientras caminábamos nos llamó la atención unos divertidos y raros edificios en forma de escalera, los contemplamos y reímos un poco. Llegamos a la arena, era un lugar hermoso, el mar estaba muy tranquilo y retirado.
Después de un rato de juntar caracoles y jugar a quien encontraba la piedra más linda, Fabián boquiabierto gritó:
-¡Ey, miren, este descubrimiento!
Era una puerta contra el acantilado. Quizás sería una cueva misteriosa, bromeamos.
En ese momento, la curiosidad nos invadió así que le saque una foto para mostrarle a mamá y entramos. Alumbramos con la linterna del celu, era muy oscuro y tenebroso. Una especie de túnel, pensamos que estaríamos debajo de la ruta 11. Olor a humedad, y salitre, por momentos pescado podrido y al instante un aroma a flores, dulzón. Caminamos en silencio, perplejos y entonces, unos pasos. Nos asustamos mucho y cuando alumbré, un hombre de aspecto andrajoso, gritó: ¡Váyanse! En ese momento, se me heló la sangre y corrí lo más fuerte que pude, hasta salir. El cielo celeste y el aire marítimo abrieron mis pulmones aunque mi corazón no dejaba de palpitar. Cuando me incorporé a la realidad, me di vuelta para ver a mis hermanos.
Sola, contemplé la ausencia y la puerta que no estaba. Confundida miré la foto sobre el muro arcilloso, dos manchas idénticas dibujaban un grito.