El gato en el tejado

Microrrelato de Julia Del Toro (Instituto Federico Brandsen, Brandsen)

Creado: 26 mayo, 2021 | Actualizado: 17 de octubre, 2023

Este microrrelato es uno de los 50 seleccionados en el Concurso Buenos Aires Fantásticaorganizado en 2020 por la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires y la Unidad Bicentenario del Ministerio de Comunicación Pública. De esta propuesta participaron 2.200 estudiantes del ciclo superior de escuelas secundarias bonaerenses. Sus obras fueron evaluadas por jurados distritales, regionales y por una instancia provincial que destacó dos cuentos por región educativa.

El gato en el tejado

El gato sobre el tejado  Eran las 3:00 am y ese maldito gato no dejaba de arañar el techo, las tejas se movían y el odioso sonido estridente de la lluvia que caía sobre el suelo junto con el viento que se escurría por debajo de la puerta, no me dejaba dormir. Di varias vueltas en la cama y nada, encendí la luz y decidí levantarme, sabía que por más que lo intentara no podría volver a conciliar el sueño. Me senté y observé el reloj nuevamente, eran las 3:33 am. Caminé entre el frío y la oscuridad hasta la cocina y me preparé una taza de té. Me senté cerca de la ventana y pude sentir una gota caer sobre mi cabeza “lo que me faltaba, una gotera” pensé en voz alta. Me moví del lugar y coloqué un recipiente bajo la gotera, pero fue peor. El golpe tan suave pero desesperante de las gotas de agua que caían una a una sobre el fondo plástico del recipiente, me enloquecían aún más que el ruido de las garras de ese pequeño gato chocando, ahora sobre la madera de la puerta.

No sabía qué hacer, no podía quedarme sentada rodeada de esos insoportables ruidos. Hacía tres días que me había mudado y ya me quería ir, pero no podía porque ya había aceptado el trabajo y no podía abandonarlo hasta conseguir algo mejor. Tuve que pensar en positivo: Estoy lejos de la gran ciudad, en un pueblo pequeño de pocos habitantes. Un lugar oscuro y frío con calles de tierra e incontables árboles altos ocultos entre la niebla y la fuerte lluvia de invierno. Parece un lugar perfecto, casi parece sacado de una ficción, hasta su nombre lo es, Brandsen, suena a una película.

Cuando la lluvia cesó decidí abrir la puerta y salir. Apenas apoyé mi pie en el suelo de la salida sentí la humedad del mismo y un suave olor a césped mojado invadió mis fosas nasales. Llené mis pulmones con el aire puro del campo y en ese instante lo vi, un pequeño gato blanco y negro con un collar azul con su nombre, “Louis” leí en voz alta. “Así que eres tú, pequeño, quien no me deja dormir por las noches” espeté mirando al gato un poco enfadada. Y como si el animal me hubiera entendido, contestó maullando suave. Aun así, en el silencio de la madrugada, pude oírlo.

Tomé el gato entre mis manos e intenté acariciarlo, pero no era muy amigable. Apenas acerqué mi mano a su cabeza, decidió rasguñarme. Tenía garras bastante afiladas como para que mi mano sangrara un poco. Solté al gato que me observaba fijamente con sus ojos verdes. Ahora que lo pienso intentar acariciar un gato ajeno en medio de la madrugada no fue una buena idea. Entré a casa en busca de una venda para mi mano sin percatarme de que Louis me siguió. Una semana después de lo sucedido, el pequeño gato ya vivía en casa. Traté de buscar a su dueño, pero al parecer no le pertenecía a nadie. Poco a poco me encariñé con él y lo adopté sin imaginar lo que sucedería.

Tras un mes de vivir aquí en Brandsen, me di cuenta de que la gente del pueblo era muy agradable, siempre respondía mis saludos de camino a la biblioteca, lugar que visitaba todos los sábados para continuar con mi investigación. Al salir de allí buscaba el semanario del pueblo y me sentaba en la  plaza a leer los titulares. Se había convertido en mi rutina y me agradaba. Lo mejor del lugar eran las noticias, jamás ocurría nada malo.

Aquel sábado, alimenté a Louis, bebí mi té y salí de casa rumbo a la biblioteca. Al llegar devolví los libros que me había llevado y me propuse buscar nuevos. Partí de allí, compré el semanario, busqué un banquito en la plaza y me senté a leerlo. Un escalofrió recorrió mi columna al darme cuenta de lo que estaba leyendo: “El ataque del hombre gato”. Lo releí una y otra vez, quedé atónita con lo que veía. La noticia indicaba el ataque de una criatura mitad gato a un vecino del pueblo en la intersección entre calle 9 y 117, alrededor de las 3:30 am. Al leer el resto de la noticia quedé asombrada, había sucedido solo a una cuadra de mi casa y yo no lo sabía.

Las siguientes semanas, el hombre-gato estuvo calmado. Unos meses más tarde, todo había sido olvidado, sólo quedaban tres semanas para volver a mudarme y continuar mi investigación. Claro que esta vez no lo haría sola, llevaría a Louis conmigo.

A solo una semana de irme, el hombre-gato volvió, pero esta vez descubriría quién era el pequeño gato que caminaba sobre mi tejado. Decidí que no huiría, no dejaría el pueblo así, debía remediarlo. Después de meses de investigación, di con el antídoto para el hombre-gato. Pero temo decir que ya es tarde, no llegaré a hacerlo...el corte que hizo Louis aquella noche en mi mano se expandió. Estoy comenzando a cambiar, por favor si lees esto, sálvanos. No nos dejes escapar y por nada del mundo dejes que te rasguñemos. 

23 de julio de 1984
Doctora Eleanor C.

Las siguientes hojas estaban arañadas y llenas de tinta de la lapicera rota. Cerré el cuaderno e intenté llamar a mi jefe para avisar que había resuelto el caso, pero un maullido que provenía de la habitación de al lado me interrumpió, miré la hora en mi teléfono, eran las 3:33 am. No podía dejar que volviera a pasar, llené un recipiente con agua y lo mezclé con el líquido magenta que estaba en un gotero sobre el cuaderno. Me acerqué a la habitación de donde provenían los maullidos. Había dos pequeños gatos, uno blanco y negro con ojos de color verde y otro anaranjado con ojos color avellana. Los reconocí, eran Louis y Eleanor. Acerqué el plato a la jaula y los gatos bebieron el agua. Tomé mi cámara y me acerqué a distintos lugares de la casa para inmortalizarlos en fotografías, pero cuando quise fotografiar a los gatos, éstos ya no estaban, sólo quedaba en la jaula el collar azul de Louis. Lo saqué de ahí y lo guardé. Llevé el material a la oficina y se lo di a mi jefe, pero jamás le conté ni a él ni a nadie sobre Eleanor y Louis, sobre el antídoto y sobre cómo, gracias a mí, Brandsen ya no sería atormentada por el hombre-gato. Me hubieran tomado por loca, así que será un eterno secreto.

Luego de recibir mi paga, fui a casa a hacer las maletas y dirigirme a mi siguiente misión, tomé un avión rumbo a Eroda para comenzar mi nueva investigación sobre Larry, el duende de la isla, pero ésa es otra historia.

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