Día de la bandera

Conmemoración del 20 de junio. Marco general y propuestas pedagógicas

Creado: 7 junio, 2022 | Actualizado: 16 de octubre, 2023

La creación de la bandera y su contexto histórico

El 20 de junio es el Día de la Bandera en Argentina. Así fue establecido por ley en el año 1938 durante la presidencia de Roberto M. Ortiz. La fecha fue elegida para homenajear a su creador, Manuel Belgrano, fallecido en esa jornada del año 1820.

La conmemoración del Día de la Bandera en las escuelas constituye una oportunidad para homenajear a Belgrano, así como para reflexionar acerca del origen y el significado de los símbolos nacionales, del lugar que ocuparon en otros momentos de la historia y del que ocupan en la actualidad.

En las conmemoraciones escolares, los acontecimientos que se recuerdan y las personas que se homenajean suelen adquirir un carácter atemporal, como si su existencia y sus acciones hubieran tenido como objetivo “la posteridad” y no la transformación de la sociedad en la que vivían. Esto puede evitarse situando hechos y actores en su contexto, presentando los acontecimientos del pasado que se evocan como el tiempo presente que les tocó vivir a otros protagonistas

Contextualizar la actuación de Belgrano y la creación de la bandera permite conocer el significado que tuvieron en su época. En este sentido, es necesario presentarlos como hechos unidos inextricablemente a las guerras de la independencia y al espíritu de la Asamblea del Año XIII. También hay que tomar en cuenta su simultaneidad con los procesos de construcción de Estados nacionales, tanto en Europa como en América, en los que no faltaron los símbolos y los héroes.

Un poco de historia

La Primera Junta de Gobierno -establecida el 25 de Mayo de 1810-, y los gobiernos provisionales que la sucedieron, enviaron expediciones militares para asegurarse el reconocimiento en los distintos territorios que integraban el Virreinato del Río de la Plata. En varios lugares, los enviados encontraron la oposición de los realistas. En Córdoba y en Paraguay, las resistencias fueron vencidas -por las armas o mediante negociaciones- relativamente rápido. En Montevideo, en cambio, persistieron durante algunos años. Pero los focos de oposición más intransigentes se registraron en el Alto Perú (actual territorio de Bolivia). Esta región era muy importante -tanto para los partidarios de la revolución como para los que defendían la continuidad de la colonia española- por la presencia de minas de plata, de la Casa de la Moneda y la Caja Real de Potosí.

Aunque era abogado y no militar de carrera, Belgrano tuvo que dejar su lugar como secretario de la Junta para dirigir la expedición al Paraguay. Mientras estaba en Asunción (1811), la Junta le encomendó asegurar el paso del Río Paraná instalando guarniciones de artillería en las márgenes del río, para impedir el paso de naves enemigas río arriba. Justamente, mientras las instalaba cerca de la Villa del Rosario (hoy ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe), Belgrano decidió crear un estandarte para las tropas de las Provincias Unidas.

El 27 de febrero de 1812, se izó por primera vez la bandera. Ese mismo día Belgrano recibió la orden de marchar a tomar el mando del Ejército del Norte, que estaba en retirada desde la desastrosa derrota de Huaqui, ocurrida en junio de 1811.

El Triunvirato no aprobó la bandera porque era incompatible con la política oficial de mantener la fidelidad a la Corona española. Por esa razón, el Ejército del Norte no la utilizó en las batallas de Tucumán (24 de septiembre de 1812) y Salta (20 de febrero de 1813). El 13 de abril, la Asamblea General Constituyente, que había comenzado a sesionar en Buenos Aires el 31 de enero de 1813, adoptó la insignia creada por Belgrano, junto con el Escudo, la Escarapela y la Marcha Patriótica de Blas Parera y Vicente López y Planes, como símbolos de las Provincias Unidas, aunque aún no se había declarado la Independencia. Así, al avanzar hacia el Alto Perú, las tropas que se enfrentaron a los realistas retomaron la bandera y la enarbolaron en Vilcapugio (1 de octubre de 1813) y Ayohuma (14 noviembre de 1813). En ambas batallas, el Ejército del Norte fue derrotado.

Años más tarde, en 1816, el Congreso de Tucumán, después de declarar la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, aprobó el uso de la bandera de tres franjas, dos en los extremos de color celeste y una central de color blanco (hasta entonces solamente estaban establecidos los colores y se usaban distintos diseños).

Los símbolos y las naciones

Desde tiempos muy remotos, distintos grupos de las sociedades utilizaron símbolos para identificar las ideas que compartían y, a la vez, reforzar sus lazos de unión. Tanto en Europa como en América, durante las primeras etapas de la formación de los Estados nacionales -hacia fines del siglo XVIII y sobre todo durante el XIX-, los líderes de los distintos grupos buscaron formas de identificarse y de diferenciarse de otros grupos. Al calor de las luchas se multiplicaron las banderas, las escarapelas o cucardas, así como las canciones alusivas. Con el tiempo, los nuevos símbolos nacionales reemplazaron a los tradicionales escudos de armas y estandartes de guerra que se habían utilizado en distintos lugares de Europa desde la Edad Media.

En todas partes se crearon símbolos que acompañaron los procesos de conformación de los nuevos Estados nacionales y la construcción de las naciones. En nuestro caso también fue así. La aprobación de la escarapela, de la bandera, del escudo y del Himno Nacional son acontecimientos del período revolucionario que expresan, por un lado, las iniciativas de los gobiernos revolucionarios y, por otro, los sentimientos compartidos de una parte significativa de la sociedad en ese momento.

Los símbolos nacionales en la época de la Revolución y de las Guerras de la Independencia

El sentido de la creación de símbolos nacionales se explica en el contexto de las guerras de la independencia y de la búsqueda de consensos para la organización política de los territorios que habían integrado el Virreinato del Río de la Plata. Al mismo tiempo que se libraban combates contra los grupos realistas del Interior, los gobiernos establecidos en Buenos Aires convocaban a los partidarios de la Revolución de los distintos pueblos y ciudades del Interior a participar de las iniciativas revolucionarias enviando representantes. Entre las primeras convocatorias de este tipo se encuentra la que desencadenó la conformación de la Junta Grande en 1810 y la reunión de la llamada Asamblea del Año XIII.

En este contexto de combates y de acuerdos políticos, el Triunvirato y la Asamblea General Constituyente adoptaron símbolos que expresaban la pertenencia a una nueva entidad política (que no tenía aún un nombre, un territorio ni una organización definida) y que también era una forma de fortalecer la lucha revolucionaria.

Durante los primeros tiempos, los nuevos símbolos cumplieron funciones muy diferentes de las que cumplen actualmente. La escarapela, que había sido aprobada por el Triunvirato, permitía distinguir a las tropas revolucionarias de las realistas que usaban un distintivo de color rojo. La bandera creada por Belgrano, a partir de los colores de la escarapela, se utilizaba como estandarte para los ejércitos. El escudo tuvo su origen en el sello que usó la Asamblea del año XIII para identificar sus documentos y que se empleó en el cuño de las primeras monedas criollas.

La “Marcha Patriótica” que aprobó la Asamblea fue, en sus orígenes, el único símbolo creado para el conjunto de la población. Durante los años que siguieron a su aprobación, las alumnas y los alumnos de las escuelas de primeras letras tenían que cantarlo todos los días; antes de una función teatral el público debía entonarlo de pie y sin sombrero. Las y los escolares también debían acudir una vez por semana -luego se estableció que solo en ocasión de las fiestas cívicas- a entonar el Himno alrededor de la Pirámide en la Plaza de la Victoria, actual Plaza de Mayo.

Algo más sobre la Asamblea del Año XIII

Aunque no alcanzó sus dos objetivos principales que eran declarar la independencia y sancionar una constitución, la Asamblea tomó algunas medidas muy importantes. Además de la aprobación de los símbolos nacionales, estableció una serie de leyes y decretos que modificaron radicalmente el orden jurídico, político y social heredado de la época colonial.

Eliminó instituciones y procedimientos que se consideraban obsoletos, como el tribunal de la Inquisición y el uso de la tortura para obtener declaraciones de las personas acusadas en juicios penales. También tomó medidas que procuraban eliminar las diferencias en la condición jurídica de las personas. La Asamblea abolió los títulos de nobleza y eliminó el tributo indígena (impuesto que debían pagar los integrantes de pueblos y comunidades originarias por el solo hecho de ser considerados jurídicamente “indios”). Declaró la “libertad de vientres”, por la cual los hijos de esclavos que nacieran a partir del 31 de enero de 1813 gozarían de libertad al llegar a la edad adulta. Con esta medida, aunque no abolió la esclavitud, dio un importante paso hacia su extinción.

En conclusión, la Asamblea del año XIII apuntaba con sus medidas a la construcción de una sociedad en la que las personas fueran menos desiguales ante la ley (sin olvidar que mujeres y varones no gozaban de los mismos derechos). Con estas disposiciones los varones adultos podían empezar a reconocerse como miembros de una nueva comunidad política, de una nueva nación. 

Bibliografía consultada

Carretero, M. (2007). Documentos de identidad. La construcción de la memoria histórica en un mundo global. Buenos Aires: Paidós.

Hobsbawm, E. (2004). Naciones y nacionalismo desde 1780. Barcelona: Crítica.

Hobsbawm, E. (1977). Industria e imperio. Capítulo 6: Banderas al viento. Las naciones y el nacionalismo. Barcelona: Ariel.

Lewkowicz, M. y Rodríguez M. (2016). Historiografía académica e historia escolar. Los libros de texto de historia entre dos centenarios. En: Història da Historiografia, Nº 20, pp. 48-68. Ouro Preto, Sociedade Brasileira de Teoria e História da Historiografia.

Lewkowicz, M. y Rodríguez, M. (2021). El Año del General Belgrano. Una oportunidad para reflexionar sobre la enseñanza escolar de la historia. En: Revista Espacios de crítica y producción. DOSSIER Miradas y propuesta de abordaje a la figura de Manuel Belgrano. 

Wasserman, F. (2020). Un prócer para la Nación Argentina. En: Manuel Belgrano: diez miradas a doscientos años. Buenos Aires, Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires.

Imagen de portada: Wikimedia Commons

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